EL PODER DEL PENSAMIENTO
SU DOMINIO Y CULTURA
DE
ANNIE BESANT
INTRODUCCIÓN
El valor del conocimiento se pone a prueba por su poder de
purificar y ennoblecer la vida, y todo estudiante ansioso desea aplicar el
conocimiento teórico adquirido en el estudio de la Teosofía, a la evolución de
su propio carácter y al auxilio de su prójimo. Para tales estudiantes es para
quienes se escribe la serie de artículos, de los cuales es éste el primero, con
la esperanza de que una mejor comprensión de su propia naturaleza intelectual,
les induzca a cultivar determinadamente lo que haya de bueno en ella y
extirpar lo que haya de malo. La emoción que impulsa a llevar una noble vida,
sólo se aprovecha a medias si la clara luz de la inteligencia no ilumina la
senda de conducta; pues así como el ciego se sale del camino sin saberlo hasta
que cae en un poso, así la persona por la ignorancia, se aparta del camino de
la vida recta hasta que cae en el abismo del mal obrar. Verdaderamente, Aidya
es privación de conocimiento, el primer paso que lleva de la unidad a la
separación; y sólo a medida que desaparece, disminuye la última, hasta que su
completa desaparición devuelva la paz Eterna.
EL YO (SELF) COMO CONOCEDOR
Al estudiar la naturaleza del hombre, separamos al Hombre
de los vehículos que usa, el Yo viviente, de las vestiduras con que está
envuelto. El Yo es uno, por variados que sean sus modos de manifestación al
funcionar a través y por medio de las diferentes clases de materia. Es, por
supuesto, verdad que sólo existe Un Yo; que así como los rayos surgen del sol,
los Yos que constituyen los Hombres verdaderos no son sino rayos del Yo
supremo, y cada Yo puede murmurar: "Yo soy El". Pero para nuestro
objeto presente, considerando un solo rayo, podemos también afirmar su propia
unidad inherente aun cuando esté oculta bajo sus formas. La Conciencia es una
unidad, y las divisiones que hacemos en ella, o son hechas con propósito de
estudio, o son ilusiones debidas a las limitaciones de nuestro poder de
percepción causadas por los órganos por cuyo medio funciona en los mundos
inferiores. El hecho de que las actividades del Yo proceden separadamente de
sus tres aspectos de querer, sentir y conocer, no debe cegarnos respecto del
otro hecho de que no existe separación de substancia; todo el Yo quiere, todo
el Yo conoce. Ni tampoco las 'funciones son totalmente separadas; cuando quiere
también siente y conoce, cuando siente también quiere y conoce, cuando conoce
también quiere y siente. Una función es siempre predominante y algunas veces
hasta tal punto, que vela por completo a las otras; pero hasta en la concentración
más intensa del conocedor - la más separada de las tres funciones - siempre hay
presente un sentimiento y un querer latente; discernibles como presentes por un
análisis atento. No es fácil esclarecer el concepto fundamental del Yo más que
lo hace su mero nombre. El Yo es ese Uno consciente, senciente y siempre
existente, que en cada cual de nosotros se reconoce como un ser. Ningún hombre
puede pensar de sí mismo como no existente, o formularse, a sí mismo como
"Yo no soy". Según lo expresa Bhagavan Das; "El Yo es la primera
base indispensable de la vida..." Según las palabras de Vashaspati-Mishra,
en su Comentario (el Bhamati) sobre el Skarriraka Bashya de Shankaracharya:
"Nadie duda, ¿Yo soy? o ¿No soy?"
. La
afirmación de Sí mismo "Yo soy", se presenta antes que ninguna otra
cosa, se halla por encima y fuera de todo argumento. Ninguna prueba puede darle
más fuerza; ninguna refutación puede debilitarlo. Tanto la prueba como la
refutación se encuentran ellas mismas en "Yo soy". Cuando observamos
a este "Yo soy", vemos que se expresa de tres modos diferentes: a)
lanzando energía la VOLUNTAD, a la cual la acción es inherente; b) la respuesta
interna por el placer o por el dolor al choque externo, el SENTIMIENTO, la raíz
de la emoción; e) la reflexión interna de un No-Yo, el CONOCIMIENTO, la raíz
del pensamiento, "Yo quiero", "Yo siento", "Yo
sé": estas son las tres afirmaciones del Yo indivisible, del "Yo
soy". Todas las actividades pueden clasificarse bajo uno u otro de estos
títulos; el Yo sólo se manifiesta en nuestro mundo de estos tres modos; así
como todos los colores arrancan de los tres primarios, así las innumerables
actividades del Yo arrancan todas de la Voluntad, del Sentir y del Conocer. El
Yo como el que quiere, el Yo como el que siente, el Yo como el que conoce: él
es el Uno en la Eternidad y también la raíz de la individualidad en el Tiempo y
en el Espacio. El Yo en su tercer aspecto, el Yo como Conocedor, es el que
vamos a estudiar.
EL NO-YO COMO LO
COGNOSCIBLE
El Yo, cuya "naturaleza es conocimiento"; ve reflejadas
en sí mismo un gran número de formas, y aprende por experiencia que no puede
querer, sentir, ni conocer en y por medio de ellas. Descubre que estas formas
no se sujetan a su dominio como lo está la primera forma de que tuvo conciencia,
y la cual aprende (erróneamente) a identificar consigo mismo. El quiere, y en
ellas no percibe movimiento alguno respondiente; él siente, y no muestran signo
alguno; él conoce, y no comparten el conocimiento. El no puede decir en ellas:
"Yo quiero", "yo siento", "yo conozco"; y
finalmente las reconoce como otros yos en las formas minerales; vegetales,
animales, humanas y sobrehumanas, y las generaliza a todas bajo un término
comprensible, el No-Yo, aquello en que él, como yo separado, no está, en que él
no quiere, ni siente, ni conoce. Durante largo tiempo contestará de este modo a
la pregunta: "¿Qué es el No-Yo?" "Todo aquello en que no quiero,
ni siento, ni conozco". Y aunque, verdaderamente, haga un análisis final,
encontrará que también sus vehículos excepto la película más sutil que hace de
él un Yo, son partes del No-Yo, son objetos de conocimiento, son lo
Cognoscible, no el Conocedor, para todo objeto práctico su contestación es
exacta.
EL CONOCEDOR
A fin de que el Yo pueda ser el Conocedor y el No-Yo lo Cognoscible,
hay que establecer entre ellos una relación definida. El No-Yo tiene que
afectar al Yo, y el Yo a su vez tiene que afectar al No-Yo. Entre los dos debe
haber un cambio de relación. El Conocedor es una relación entre el Yo y el
No-Yo, y la naturaleza de esta relación debe ser lo primero que tratemos; pero
conviene comprender antes con claridad el hecho de que el conocer es una
relación. Implica dualidad, la conciencia de un Yo y el reconocimiento de un
No-Yo, y la presencia de los dos en contraposición uno de otro es necesaria
para el conocimiento. El Conocedor, lo Cognoscible, el Conocer, éstos son los
tres en uno que deben ser comprendidos si el poder del pensamiento ha de
dirigirse a su debido objetivo, el auxilio del mundo. Con arreglo a la terminología
occidental, la Mente es el Sujeto que conoce; el Objeto es lo cognoscible; la
relación entre los dos es conocimiento. Debemos comprender la naturaleza del
Conocedor, la naturaleza de lo Cognoscible y la naturaleza de la relación
establecida entre ambos y cómo se origina tal relación. Una vez esto
comprendido, habremos, en verdad, dado un paso hacia este conocimiento de sí
mismo, que es sabiduría. Entonces, verdaderamente, podremos ayudar al mundo que
nos rodea, convirtiéndonos en sus auxiliares y salvadores; pues éste es el
verdadero fin de la sabiduría, qua habiendo prendido fuego por el amor, puede
sacar al mundo de la desgracia, dándole el conocimiento en el cual cesa para
siempre todo dolor. Tal es el objeto de nuestro estudio; pues con verdad se
dice en los libros de esa nación que posee la sicología más antigua, y sin
embargo, la más profunda y sutil, que el objeto de la filosofía es poner fin al
dolor. Para esto el Conocedor piensa, para esto se busca constantemente el
conocimiento. Hacer cesar el dolor es la razón final de la filosofía, y no es
verdadera sabiduría la que no conduce a encontrar la PAZ.
CAPITULO 1
LA NATURALEZA DEL PENSAMIENTO
La naturaleza del pensamiento puede estudiarse desde dos
puntos de vista; desde el lado de la conciencia, la cual es conocimiento, o
desde el lado de la forma por cuyo medio se obtiene el conocimiento, y cuya
susceptibilidad a las modificaciones hace posible el alcance de éste. En
filosofía hay dos extremos que debemos evitar, porque cada uno de ellos ignora
un lado de la vida manifestada. Uno considera todo como conciencia, ignorando
la esencialidad de la forma para condicionar la conciencia, para hacerla
posible. El otro considera todo como forma, ignorando el hecho de que la forma
sólo puede existir en virtud de la vida que la anima. La forma y la vida, la
materia y el espíritu, el vehículo y la conciencia, son inseparables en la
manifestación y son los aspectos indivisibles de AQUELLO a lo cual son
inherentes, AQUELLO que no es la conciencia ni su vehículo, sino la raíz de
ambos. Una filosofía que trate de explicarlo todo por medio de la forma,
ignorando la vida, encontrará problemas que le será imposible resolver. Una
filosofía que trate de explicarlo todo por medio de la vida ignorando las formas,
se encontrará con muros espesos que no podrá franquear. La última palabra en
esto es que la conciencia y sus vehículos, vida y forma, materia y espíritu,
son las expresiones temporales de los dos aspectos de la Existencia no
condicionada, la cual no es conocida sino excepto cuando se manifiesta como la
Raíz del Espíritu (llamada por los indios Pratyagatman) , el Ser abstracto, el
Logos abstracto de donde provienen todos los yos individuales, y la Raíz de la
materia (Müalprakriti) de donde provienen todas las formas. Siempre que tiene
lugar la manifestación, la Raíz del espíritu da nacimiento a una triple
conciencia y la Raíz de la materia a una triple materia; bajo éstas está la
Realidad Una, por siempre incognoscible por la conciencia condicionada. La flor
jamás ve la raíz de donde crece, por más que su vida toda sale de ella y que
sin ella no podría existir. El Yo como Conocedor, tiene como función
característica el reflejo dentro de si mismo el No-Yo. Así como una placa sensible
recibe los rayos reflejados de los objetos, y estos rayos causan modificaciones
en la materia sobre la que caen, de suerte que puedan obtener imágenes de los
objetos, así sucede con el Yo en su aspecto del conocimiento, con referencia a
todo lo externo. Su vehículo es una esfera en donde el Yo recibe del No-Yo los
rayos reflejados del Yo Uno, haciendo aparecer dentro de él imágenes que son
las reflexiones de aquellos que no es él mismo. El Conocedor no conoce las
cosas mismas en las primeras etapas de su conciencia. Sólo conoce las imágenes
producidas dentro de él por la acción del No-Yo en su ser respondiente, las
fotografías del mundo externo. De aquí que la mente, vehículo del Yo corno
Conocedor, haya sido comparada a un espejo en el cual se ven las imágenes de
los objetos colocados ante él. Nosotros no conocemos las cosas mismas, sino
sólo el efecto que ellas producen en nuestra conciencia; no los objetos, sino
las imágenes de los objetos, es lo que vernos en la mente. Lo mismo sucede con
el espejo; parece que tiene los objetos dentro de él; pero esos objetos
aparentes son sólo imágenes, ilusiones causadas por la mente: en su
conocimiento del universo externo sólo conoce las imágenes ilusorias y no las
cosas en sí mismas. Pero, pudiera preguntarse: "¿sucederá lo mismo siempre?
¿no conoceremos nunca las cosas en si mismas?" Esto nos conduce a la
distinción vital entre la conciencia y la materia en que la ciencia funciona, y
por su medio podremos encontrar una respuesta a esa pregunta natural de la
mente humana. Cuando la conciencia, al cabo de una larga evolución, ha
desarrollado el poder de reproducción dentro de sí misma, todo lo que existe
fuera, entonces la envoltura de materia, en la cual ha estado funcionando, se
desprende, y la conciencia, que es conocimiento, identifica su Yo con todos los
demás Yos en medio de los cuales ha estado desenvolviéndose, y ve como No-Yo
sólo la materia relacionada igualmente con todos los Yos por separado. Este es
el "Día sed con nosotros", la unión que constituye el triunfo de la
evolución, cuando la conciencia se conoce a sí misma y a las demás, y conoce a
las demás como siendo ella misma. Por identidad de naturaleza se alcanza el
conocimiento perfecto, y el Yo realiza ese estado maravilloso en donde la
identidad no perece y la memoria no se pierde, pero donde termina la separación
y donde el conocedor y el conocimiento se convierten en uno. Esta maravillosa
naturaleza del Yo, que se desenvuelve actualmente en nosotros por medio del
conocimiento, es lo que tenemos que estudiar a fin de comprender la naturaleza
del pensamiento; y es necesario ver claramente el lado ilusorio a fin de que
podamos utilizar la ilusión para transcenderla. Así, pues, estudiemos ahora
como el Conocer - la relación entre el Conocedor y lo Cognoscible - se establece,
y esto nos conducirá a percibir más claramente la naturaleza del pensamiento.
Hay una palabra, vibración, que cada día que pasa se convierte más y más en la
nota fundamental de la Ciencia de Occidente, así como desde hace largo tiempo
lo ha sido de la de Oriente. El movimiento es la raíz de todo. La vida es
movimiento; la conciencia es movimiento. El movimiento, al efectuar la materia,
es vibración. Pensemos en el Uno, en el Todo, como inmutable, sin movimiento,
puesto que en el Uno el movimiento no puede existir. Sólo cuando hay
diferenciación o partes, podemos pensar en el movimiento, por ser el movimiento
cambio de lugar en la sucesión del tiempo. Cuando el Uno se convierte en los
muchos, entonces surge el movimiento, y éste es vida y conciencia cuando es
rítmico y regular y es muerte e inconsciencia cuando es irregular y carece de
ritmo. Porque la vida y la muerte son hermanas gemelas, igualmente nacidas del
movimiento, el cual es manifestación. El movimiento tiene que surgir cuando el
Uno se convierte en los muchos, puesto que cuando lo omnipresente ocasiona las
partículas separadas, el movimiento infinito tiene que representar la
omnipresencia, o dicho de otro modo, tiene que ser su reflexión o imagen en la
materia. La esencia de la materia es la separatividad, así como la del
espíritu es la unidad, y cuando ambos surgen del Uno, como la nata de la leche,
la reflexión de la omnipresencia de ese Uno en la multiplicidad de la materia,
es movimiento incesante e infinito, pues movimiento absoluto - la presencia de
cada unidad en movimiento en todos los puntos del espacio en cada momento de
tiempo- es idéntico al reposo, aunque reposo desde otro punto de vista, desde
el de la materia, en lugar del punto de vista del Espíritu. Este movimiento
regular da a movimientos correspondientes, a vibraciones en la materia que lo
envuelve, pues cada Jivatman o unidad separada de conciencia, está aislado por
un revestimiento de materia, de todos los demás Jivatmans. Este revestimiento
de materia, al vibrar, comunica sus vibraciones a la materia que le rodea, la
cual se convierte en el medio conductor de las vibraciones, y este medio
comunica a su vez el impulso de la vibración a la materia que encierra otro
Jivatman, haciendo vibrar esta unidad de conciencia del mismo modo que la
primera. En esta serie de vibraciones - que principian en una conciencia, en
el cuerpo que la encierra, que son comunicadas por este cuerpo al medio
circundante, el cual las transmite a otro cuerpo y por éste segundo cuerpo a la
conciencia que encierra - tenemos la cadena de vibraciones por cuyo medio el
uno conoce al otro. El segundo conoce al primero porque reproduce al primero en
si mismo y experimenta así lo que él experimenta. Pero, sin embargo, con una
diferencia, pues nuestro segundo Jivatman estaba ya en vibración, y su estado
de movimiento, después de recibir el impulso del primero, no es una simple
repetición de aquel impulso, sino una combinación de su propio movimiento
original con el que se le ha impuesto desde fuera, y por tanto no es una
reproducción perfecta: obtiénense semejanzas más y más aproximadas, pero la
identidad siempre se nos escapa. Esta secuencia de actos vibratorios se ve a
menudo en la naturaleza. Una llama es un centro de actividad vibratorio en el
éter, llamado por nosotros calor; estas vibraciones u ondas caloríferas
conmueven al éter circundante en ondas similares, y sus partículas vibran bajo
el impulso, y de este modo el hierro se calienta y se convierte a su vez en una
fuente de calor. Así es como una serie de vibraciones pasa de uno a otro
Jivatman y como todos los seres están relacionados por esta red de la
conciencia. Del mismo modo, también, en la naturaleza física señalamos
diferentes grados de vibración con nombres distintos, llamando a una serie luz,
a otra calor, a otra electricidad, a otra sonido; y así sucesivamente; sin
embargo, todas son de la misma naturaleza; todas son modos de movimiento en el
éter
, y
sólo difieren en grados de velocidad correspondientes a diferencias de densidad
en el éter. La Voluntad, el Sentimiento y el Pensamiento son de la misma
naturaleza, y difieren en sus fenómenos sólo por la diferencia en su grado de
velocidad respectiva y la sutileza relativa del medio. La diferencia especifica
del Pensamiento es que sus ondas forman imágenes - como sucede con las ondas
luminosas aquí abajo -, y no deja de tener significado que la misma palabra
"reflexión" se emplea igualmente en los resultados del movimiento de
ondas del pensamiento y del de la luz. Hay una serie de vibraciones en una
clase especial de materia y dentro de cierto grado de velocidad, a lo que damos
el nombre de vibraciones del pensamiento. Estos nombres son definidores de
ciertos hechos de la naturaleza. Hay cierta clase de éter puesto en vibración y
sus vibraciones afectan nuestros ojos, y a este movimiento lo llamamos luz. Hay
otro éter mucho más sutil cuyas vibraciones son percibidas, esto es, son
contestadas por la mente, y a este movimiento lo llamamos pensamiento. Estamos
rodeados de materia de diferentes densidades, y a los movimientos que en ella
se producen les damos el nombre según nos afectan, según son contestados por
los diferentes órganos de nuestros cuerpos groseros o sutiles. Llamamos
"luz" a ciertos movimientos que afectan los ojos; llamamos
"pensamiento" ciertos movimientos que afectan otro órgano, la mente.
El "ver" ocurre cuando la luz del éter ondula desde un objeto a
nuestros ojos; el "pensar" ocurre cuando el éter del pensamiento se
mueve en ondas desde un objeto a nuestra mente. El uno no es más ni menos
misterioso que el otro. Al tratar de la mente veremos que las modificaciones en
la disposición de sus componentes son causadas por el contacto de ondas de
pensamiento, y que en el pensar concreto experimentamos nuevamente los choques
originales de afuera. El conocedor tiene su actividad en estas vibraciones, y
todo aquello que ellas pueden contestar o todo lo que ellas pueden
reproducirse, es conocimiento. El pensamiento es una reproducción dentro de la
mente del Conocedor, de aquello que no es el Conocedor, que no es el Yo; es una
pintura causada por una combinación de movimientos de ondas, literalmente una
imagen. Una parte del No-Yo vibra, y al vibrar en contestación al Conocedor,
esta parte se convierte en lo cognoscible; la materia que vibra entre ellos
hace posible el conocer poniéndolos en mutuo contacto. De este modo se
establece y mantiene la cadena del conocedor, lo cognoscible y el conocer.
CAPITULO 2
EL CREADOR DE LA ILUSION
Una vez que ha llegado a permanecer indiferente a los
objetos de percepción, el discípulo debe buscar el Ra a de los Sentidos, el
Productor del Pensamiento, aquel que la ilusión despierta. "La Mente es el
gran destructor de lo Real". Así ha escrito en uno de los fragmentos
traducidos por H. P. B., del Libro de los preceptos de Oro, ese exquisito poema
en prosa que es una de sus más selectas dádivas al mundo. Y no hay titulo más
significativo para la mente que éste el "Creador de la Ilusión". La
mente no es el Conocedor, y debe siempre distinguirse cuidadosamente de éste.
Muchas de las confusiones y dificultades que llenan de perplejidad al
estudiante, se originan de que no recuerda la distinción entre el que conoce y
la mente, la cual es un instrumento para obtener el conocimiento. Es como si el
escultor estuviese perfectamente identificado con su cincel. La mente es
fundamentalmente dual y material, estando constituida por el Cuerpo Causal y
Manas, la Mente abstracta, y por el Cuerpo Mental y Manas, la mente concreta -
Manas mismo siendo una reflexión en la materia atómica de aquel aspecto del Yo
que es conocimiento. Esta mente limita el Jivatman, el cual, a medida que
aumenta la propia conciencia, se encuentra impedido por ella por todos lados.
Así como un hombre que para ejecutar determinada cosa se ponga unos guantes
gruesos encuentra que sus manos han perdido mucha parte de su poder de
sensación, su delicadeza de tacto, su habilidad para recoger objetos pequeños,
siendo sólo capaces de agarrar objetos grandes y de sentir fuertes contactos,
así sucede con el Conocedor cuando se reviste de la mente. La mano está allí lo
mismo que el guante, pero sus facultades han menguado grandemente en el
Conocedor, está allí lo mismo que la mente, pero sus poderes se hallan muy
limitados en su expresión. Limitaremos el término de manas en los párrafos que
siguen, a la mente concreta - el cuerpo mental y manas. La mente es el
resultado del pensar pasado, y se modifica constantemente por el pensar
presente; es una cosa precisa y definida, con ciertos poderes e incapacidades,
fuerza y debilidad, que son las resultantes de actividades en vidas anteriores.
Es tal como la hemos hecho; no podemos variarla sino lentamente; no podemos
trascenderla por un esfuerzo de voluntad; no podemos echarla a un lado, ni
quitarle instantáneamente sus imperfecciones. Tal como es, nos pertenece; es
una parte del No-Yo apropiada y moldeada para nuestro propio uso, y sólo por
medio de ella podemos conocer. Todos los resultados de nuestro pensar pasado
están presentes en nosotros como mente, y cada mente tiene su grado propio de
vibración, su esfera propia de vibración, y se halla en estado de perpetuo
movimiento, ofreciendo series de pinturas siempre cambiantes. Todas las
impresiones que nos vienen de fuera son hechas en esta esfera ya activa, y la masa
de las vibraciones existentes modifica y es modificada por la nueva recepción.
La resultante no es, por tanto, una reproducción exacta de la nueva vibración,
como una combinación de ella con las vibraciones que ya están actuando.
Formando otro ejemplo de la luz, diremos que si ponemos un trozo de cristal
ante nuestros ojos y miramos objetos verdes, éstos nos aparecerán como negros.
Las vibraciones que nos dan la sensación de lo encarnado son cortadas por las
que nos dan la sensación de lo verde, y el ojo se engaña viendo un objeto como
negro. Lo mismo sucede si miramos un objeto azul por un cristal amarillo: lo
vemos como negro; en cada caso un medio de color causará una impresión del
color diferente de la del objeto mirado con los ojos al desnudo. Aun mirando
las cosas con el ojo desnudo, se ven algún tanto distintas, pues el ojo mismo
modifica las vibraciones que recibe más de lo que la gente se imagina. La
influencia de la mente, como medio por cuyo conducto el Conocedor mira al mundo
externo, es muy semejante a la del cristal de color con relación a los colores
de los objetos que se ven a través de él. El Conocedor se halla tan
inconsciente de esta influencia de la mente, como un hombre que jamás hubiese
visto sino por medio de cristales encarnados o amarillos, lo estaría de los
cambios que tales cristales verificarían en los colores de un paisaje. En este
sentido, tan claro como superficial, es como se llama a la mente el
"Creador de la Ilusión". Nos presenta sólo imágenes desnaturalizadas,
una combinación de sí misma con los objetos externos. En este sentido mucho más
profundo es, verdaderamente, el "Creador de la Ilusión", por cuanto
hasta estas imágenes desnaturalizadas no son sino imágenes de apariencias, no
de realidades; sombras de sombras es todo lo que nos presenta. Pero a nuestro
objeto presente nos basta considerar las ilusiones causadas por su propia naturaleza.
Muy diferentes serian nuestras ideas del mundo si pudiéramos conocerlo tal como
es, aun en su aspecto fenomenal, en lugar de por medio de las vibraciones
modificadas por la mente. Y esto no es en modo alguno imposible, aunque sólo
puede hacerse por aquellos que han hecho grandes progresos en el dominio de la
mente. Las vibraciones de la mente pueden paralizarse retirando la conciencia
de ella; un choque de afuera formará entonces una. imagen que corresponderá
exactamente a ella misma, porque las vibraciones serán idénticas en cualidad y
cantidad, sin mezcla con las vibraciones pertenecientes al observador. O bien
la Conciencia puede exteriorizarse y animar como alma el objeto observado y
experimentar así directamente sus vibraciones. En ambos casos se tiene un
verdadero conocimiento de la forma. También puede conocerse la idea, en el
mundo de los noumenos, de la cual la forma expresa el aspecto fenomenal; pero
esto sólo puede hacerse por la conciencia funcionando en el cuerpo Causal, el
Karana Shaira, sin los impedimentos de la mente concreta de los vehículos
inferiores. La verdad de que sólo conocemos nuestras impresiones de las cosas y
no las cosas mismas, excepto como se ha explicado antes, es de vital interés
cuando se aplica en la vida práctica. Enseña la humildad y la precaución, así
como el deseo de prestar atención a las ideas nuevas. Perdemos nuestra certeza
instintiva, de que tenemos razón en nuestras observaciones, y aprendemos a
analizarnos antes de decidirnos a condenar a otros. Un ejemplo puede servir
para hacer esto más claro: Encuentro una persona cuya actividad vibratorio se
expresa de un modo complementario al mío. Cuando nos encontramos nos
extinguimos mutuamente; de aquí que no nos agrademos el uno al otro, no vemos
nada el uno en el otro y cada uno se sorprende de que fulano crea al otro tan
inteligente cuando mutuamente nos encontramos tan estúpidos. Ahora bien: si yo
he adquirido algún conocimiento de mi mismo, esta sorpresa ya no tendrá lugar
en lo que a mi concierne. En lugar de creer que el otro es estúpido, me
preguntaré: ¿Qué es lo que falta en mi que no puedo responder a sus
vibraciones? Ambos vibramos, y si yo no puedo comprender su vida y pensamiento,
es porque no puedo reproducir sus vibraciones. ¿Por qué habría yo de juzgarle
desde el momento en que ni siquiera puedo conocerle hasta que me modifique lo
bastante para poder recibirle? Nosotros no podemos modificar mucho a los demás,
pero podemos modificarnos mucho a nosotros mismos: y deberíamos estar
constantemente tratando de llegar a ser como la luz blanca, en la que todos los
colores están presentes, que no desnaturaliza ninguno porque no rechaza ninguno,
y tiene en si misma el poder de responder a todos. Podemos medir nuestra
proximidad a la blancura por nuestro poder de responder a los caracteres más
diversos.
EL CUERPO MENTAL Y EL MANAS
Podemos ocuparnos ahora de la composición de la mente,
como órgano de la Conciencia en su aspecto de Conocedor, y ver cómo es esta
composición, cómo hemos formado la mente en el pasado y cómo la podemos
modificar en el presente. La mente, por el lado de la vida, es manas, y manas
es la reflexión en la materia atómica del tercer plano -o plano mental- del
aspecto cognoscitivo del Yo - del Yo como Conocedor. Por el lado de la forma,
presenta dos aspectos que condicionan separadamente la actividad de manas: la
conciencia que funciona en el plano mental. Estos aspectos son debidos a las
agregaciones de la materia del plano atraída alrededor del centro atómico
vibratorio. A esta materia, por su naturaleza y uso, le damos el nombre de
substancia mental o substancia de pensamiento. Constituye una gran región del
universo, que compenetra la materia astral y la física y existe en siete
subdivisiones, como sucede con los estados de materia en el plano físico; sólo
responde a aquellas vibraciones que vienen del aspecto del Yo, que es el
Conocimiento, y este peculiar aspecto le impone su carácter especifico. El
primer -y más elevado- aspecto de la mente del lado de la forma, es el que se
llama el cuerpo Causal o Karana Shaira. Se compone de materia de la quinta y
sexta subdivisión del plano mental, correspondientes a los éteres más sutiles
del plano físico. Este cuerpo Causal está muy poco desarrollado en la mayor
parte de la humanidad en el estado presente de la evolución, por no ser
afectado por las actividades mentales dirigidas casi sólo a los objetos
externos, por tanto, podemos dejarlo a un lado, a lo menos por ahora. Es, en
una palabra, el órgano para el pensamiento abstracto. El segundo aspecto es
llamado el cuerpo mental, y se compone de materia de pensamiento perteneciente
a las cuatro subdivisiones inferiores del plano mental, correspondientes a los
éteres inferiores y a los estados gaseosos, líquido y sólido de la materia en
el plano físico. Verdaderamente pudiera llamársele el cuerpo mental denso. Los
cuerpos mentales muestran siete grandes tipos fundamentales, cada uno de los
cuales incluye las formas en todos sus grados de desarrollo, y todos
evolucionan y se desenvuelven bajo las mismas leyes. El comprender y aplicar
estas leyes es cambiar la evolución lenta de la naturaleza en el rápido
crecimiento efectuado por la inteligencia que se determina. De aquí la gran
importancia de su estudio.
LA CONSTRUCCION Y EVOLUCION DEL CUERPO MENTAL
El método por el cual la conciencia construye su vehículo,
es el de aquellos que deben comprenderse con toda claridad, porque cada día y
hora de nuestra vida nos presenta oportunidades para aplicarlo a fines
elevados. Despiertos y durmiendo estamos edificando nuestros cuerpos mentales;
pues cuando la conciencia vibra, afecta la substancia mental que la rodea, y
cada vibración de la conciencia, aunque sólo sea debida a un pensamiento fugaz,
atrae al cuerpo mental algunas partículas de materia mental, al paso que expele
otras. La materia circundante también ondula, sirviendo así de medio para
afectar otras conciencias. Ahora bien, lo delicado o lo grosero de la materia
que de este modo es apropiada depende de la calidad de las vibraciones que la
conciencia pone en acción. Pensamientos puros y elevados están compuestos de
vibraciones rápidas, y sólo pueden afectar los grados sutiles de la materia
mental. Los grados groseros permanecen insensibles porque no pueden vibrar con
la rapidez necesaria. Cuando un pensamiento así hace vibrar al cuerpo mental,
expélense de éste partículas de la materia más groseras, las cuales son
reemplazadas por las partículas de grados más sutiles; y de este modo se forman
mejores materiales en el cuerpo mental. De igual manera, los pensamientos bajos
y malos atraen dentro del cuerpo mental los materiales más groseros, propios
para su expresión, y estos materiales repelen y echan fuera las clases más
finas. De esta manera las vibraciones de la conciencia están expeliendo una
clase de materia y atrayendo otra. Y de esto se sigue, como consecuencia
necesaria que con arreglo a la clase de materia que hayamos construido en
nuestros cuerpos mentales en el pasado, así será nuestra facultad para
responder a los pensamientos que ahora nos llegan de afuera. Si nuestros
cuerpos mentales están compuestos de materia sutil, los pensamientos groseros y
malos no tendrán respuesta, y por lo tanto, no pueden causarnos daño alguno; al
paso que si están formados de materiales groseros serán afectados por cada
pasajero pensamiento malo, permaneciendo insensibles a los buenos de los que no
recibe beneficio alguno. Cuando nos ponemos en contacto con alguien cuyos
pensamientos son elevados, sus vibraciones mentales, actuando en nosotros,
despiertan vibraciones en aquella materia de nuestros cuerpos mentales que sea
capaz de responder y estas vibraciones perturban y hasta expelen alguna de aquellas
materias demasiado groseras para vibrar a ese alto grado de actividad. El
beneficio, pues, que de él recibimos, depende en gran modo de nuestro propio
pensar anterior, y nuestra "comprensión" de él, nuestra facultad de
responder, está condicionada por nuestros cuerpos mentales. No podemos pensar
el uno por el otro; él no puede pensar sino por sus propios pensamientos,
causando así las vibraciones correspondientes en la materia mental
circundante, la cual actúa en nosotros, despertando en nuestros cuerpos
mentales vibraciones simpáticas. Estas afectan la conciencia. El pensador
externo sólo puede afectar nuestra conciencia despertando estas vibraciones en
el cuerpo mental. Pero no siempre sigue una comprensión inmediata a la
producción de tales vibraciones causadas desde afuera. Algunas veces el efecto
se asemeja al del sol, la lluvia y la tierra sobre la semilla enterrada en el
suelo. En un principio no hay contestación visible a las vibraciones que actúan
sobre las semillas; pero allí dentro hay un pequeñísimo estremecimiento de la
vida que la anima, y este estremecimiento se hará más fuerte cada día, hasta
que la vida en evolución rompe la corteza de la semilla y echa pequeñas raíces
y brotes luego que se desarrolla. Así sucede con la mente. La conciencia vibra
débilmente dentro de sí misma antes de poder dar una contestación externa a los
choques que recibe, y cuando no somos aún capaces de comprender a un noble
pensador, hay sin embargo, dentro de nosotros una vibración inconsciente que es
el predecesor de la respuesta consciente. Cuando nos alejamos de una gran
presencia, nos encontramos un poco más próximos a la elevada vida pensante que
de él fluye, que lo que lo estábamos anteriormente, y en nosotros se habrá
apresurado el desarrollo de gérmenes de pensamiento, al paso que nuestras
mentes habrán sido auxiliadas en su evolución. Así, pues, algo puede hacerse
desde afuera que contribuya a la formación y evolución de nuestras mentes; pero
la mayor parte tiene que provenir de las actividades de nuestra propia
conciencia; y si queremos tener cuerpos mentales fuertes, bien vitalizados,
activos, que puedan comprender los pensamientos más elevados que se nos
presenten, debemos entonces trabajar con firmeza en pensar bien, pues somos
nuestros propios constructores y moldeamos nuestras propias mentes. Muchas
personas son grandes lectores. Ahora bien; la lectura no forma la mente; sólo
la construye el pensamiento. La lectura sólo es valiosa en el sentido de que
proporciona material para pensar. Un hombre puede leer mucho, pero su
desarrollo mental estará en proporción de la cantidad de pensamiento que emplea
en la lectura. El valor para él del pensamiento que lee depende del uso que
hace de él. A menos que no coja el pensamiento y trabaje en él, su valor será
para él insignificante y pasajero. "La lectura completa al hombre",
dijo Lord Bacon, y con la mente sucede lo que con el cuerpo. El comer llena el
estómago; pero así como el alimento es inútil para el cuerpo si no se digiere y
asimila, del mismo modo la mente puede llenarse con la lectura; pero a menos de
que haya pensamiento no hay asimilación de lo que se lee, y la mente no se
desarrolla con ello; pero aún, es posible que sufra por estar sobrecargada, y
que más bien se debilite que fortalezca bajo el peso de ideas no asimiladas.
Debemos leer menos y pensar más si queremos que nuestras mentes crezcan y que
nuestra inteligencia se desarrolle. Si tenemos verdadero interés en cultivar
nuestras mentes deberemos emplear a diario una hora en el estudio de un libro
serio y trascendental, y por cada cinco minutos de lectura pensar diez, y así
durante toda la hora. El modo usual es leer rápidamente durante todo el tiempo,
y luego poner el libro a un lado hasta que llega otra vez la hora de lectura.
De aquí que la gente desarrolle poco el poder del pensamiento. Una de las
cosas más marcadas en el movimiento teosófico es el desarrollo mental que se
observa año tras año en sus individuos. Esto se debe en gran parte al hecho de
que se les enseña la naturaleza del pensamiento, principian a comprender un
poco sus funciones, y se dedican a construir sus cuerpos mentales en lugar de
dejarlos que se desarrollen por el proceso natural no ayudado. El estudiante
ansioso de crecimiento debe determinarse a no dejar pasar un solo día en el
cual no lea por lo menos cinco minutos y dedique diez a pensar con todo interés
en lo que ha leído. Al principio encontrará esfuerzo pesado y trabajoso, y
descubrirá la debilidad de su poder pensante. Este descubrimiento señala su
primer paso, pues es mucho descubrir la propia impotencia para pensar
consecutivamente y con ahínco. Las personas que no pueden pensar, pero que se
imaginan que pueden, no hacen grandes progresos. Es mejor conocer la propia
debilidad que imaginarse ser fuerte cuando se es débil. Gradualmente el poder
del pensamiento crece, se llega a dominar y a poderlo dirigir a fines
definidos. Sin este pensar, el cuerpo mental seguirá formado con flojedad y sin
organizar; y mientras no se adquiera concentración -la facultad de fijar el
pensamiento en un punto definido- el poder del pensamiento no se ejercitará
nada.
CAPITULO 3
TRASMISION DEL PENSAMIENTO
Todo el mundo, hoy en día, quisiera practicar la
transmisión del pensamiento, y sueña con el placer de comunicarse con algún
amigo ausente, sin ayuda del telégrafo o del correo. Muchos creen que pueden
verificarlo con poco esfuerzo, y se sorprenden extraordinariamente cuando
fracasan en absoluto en sus intentos. Sin embargo, es cosa clara que es
necesario poder pensar antes de poder transferir el pensamiento, y que hay que
poseer algún poder de pensar con fijeza a fin de enviar una corriente de
pensamiento a través del espacio. Los pensamientos débiles y vacilantes de la
mayor parte de la gente sólo causan trémulas vibraciones en la atmósfera del
pensamiento, por estar dotadas de la más intima vitalidad, y aparecen y
desaparecen a cada minuto sin construir formas definidas. Una forma de
pensamiento tiene que ser claramente modelada y bien vitalizada para poderse
enviar en cualquier dirección, y lo bastante fuerte para producir, al llegar a
su destino, un duplicado de si misma. Hay dos métodos de transmisión de
pensamiento: uno que pudiera distinguirse como físico y el otro psíquico; uno
perteneciente al cerebro lo mismo que a la mente, y el otro sólo a esta
última. Un pensamiento puede ser generador por la conciencia, causar
vibraciones en el cuerpo mental, luego en el astral, hacer surgir ondas en el
etéreo y luego en las moléculas densas del cuerpo físico; estas vibraciones cerebrales
afectan al éter físico cuyas vidas marchan hasta llegar a otro cerebro, en
cuyas partes, densa y etérea, despiertan vibraciones. Este cerebro receptor
causa vibraciones en el cuerpo astral, y luego en el mental con él ligados, y
las vibraciones en el cuerpo mental despiertan el estremecimiento respondiendo
en la conciencia. Tales son las muchas estaciones del arco que recorre un
pensamiento, pero este recorrido del arco no es necesario. La conciencia puede,
al causar vibraciones directamente al cuerpo mental, lanzar estas vibraciones
directamente al cuerpo mental de la conciencia receptora, evitando así la
vuelta que se ha descrito. Veamos lo que sucede en el primer caso. Hay en el
cerebro un pequeño órgano, la glándula pineal, cuyas funciones son desconocidas
de los psicólogos occidentales y del cual éstos no se ocupan. Es un órgano
rudimentario en la mayor parte de la gente, pero que está evolucionando, no
retrogradando, siendo posible apresurar su evolución hasta que llegue al
estado en que pueda ejercer la función que le es propia, y la cual ejecutará en
todos en el porvenir. Es el órgano para la transmisión del pensamiento tanto
como los ojos lo son de la visión y el oído de oír. Si alguien piensa
intensamente en una sola idea, con concentración y atención sostenida, llegará
a sentir un ligero estremecimiento o sensación de hormigueo en la glándula
pineal. El estremecimiento tiene lugar en el éter que compenetra la glándula,
y causa una ligera corriente magnética que origina la sensación de hormigueo en
las moléculas densas de la glándula. Si el pensamiento es bastante fuerte para
causar la corriente, entonces el pensador sabe que ha conseguido que su
pensamiento llegue a un punto de penetración y fuerza que lo hace capaz de ser
transmitido. La vibración del éter en la glándula pineal ocasiona ondas en el
éter circundante semejantes a ondas de luz, sólo que mucho más pequeñas y más
rápidas. Estas ondas se transmiten en todas direcciones poniendo el éter en
movimiento y estas ondas etéricas, a su vez, producen ondulaciones en el éter
de la glándula pineal de otro cerebro, y de éste son transmitidas al cuerpo
astral y al mental en sucesión regular, llegando de este modo a la conciencia.
Si esta segunda glándula pineal no puede reproducir estas ondulaciones,
entonces el pensamiento pasará desapercibido, sin hacer impresión, lo mismo que
las ondas de la luz no impresionan el ojo de una persona ciega. En el segundo
método de transmisión del pensamiento, el pensador después de crear una forma de
pensamiento en su propio plano, no lo hace descender al cerebro, sino que lo
dirige inmediatamente a otro pensador en el plano mental. La facultad de hacer
esto de un modo deliberado, implica una evolución mental mucho más elevada que
el método físico de transmisión; pues el emisor necesita tener conciencia
propia en el plano mental, a fin de poder practicar a sabiendas este poder.
Pero tal poder se ejercita constantemente por todos nosotros de un modo
indirecto e inconsciente, puesto que todos nuestros pensamientos causan
vibraciones en el cuerpo mental, las cuales, dada la naturaleza de las cosas,
tienen que propagarse al través de la substancia mental circundante. Y no hay
razón para limitar el término transmisión del pensamiento a la transmisión consciente
y deliberada de un pensamiento particular de una persona a otra. Todos nos
estamos afectando continuamente unos a otros por estas ondas del pensamiento,
puestas en acción sin intención definida, y lo que se llama opinión pública es
en gran modo creada de esta manera. La mayor parte de la gente piensa en
determinado sentido, no porque hayan pensado cuidadosamente un asunto y llegado
a una conclusión, sino porque un gran número de personas piensan así y
arrastran a las demás. El pensamiento potente de un gran pensador pasa al mundo
del pensamiento y es recogido por mentes receptivas y respondientes. Estas
reproducen sus vibraciones, y de este modo fortalecen la oleada de
pensamientos, afectando a otros que habían permanecido sin responder a las
ondulaciones originales. Estas, contestando a su vez, aumentan aún más la
fuerza de las ondas; las cuales con esta mayor potencia afectan grandes masas
de gente. La opinión pública, una vez formada, ejerce gran dominio sobre las
mentes de la gran mayoría, chocando incesantemente en todos los cerebros y
despertando en ellos ondulaciones respondientes. Hay también ciertos modos
nacionales de pensar, canales indefinidos y profundos que resultan de la
continua reproducción durante siglos de pensamientos semejantes, que provienen
de la historia, de las luchas y de las costumbres de una nación. Estos canales
modifican y dan colorido especial a todas las mentes nacidas en la nación, y
todo lo que viene de afuera de la misma es cambiado por aquel grado de
vibración nacional. Todos los pensamientos que nos llegan del mundo externo,
son modificados por nuestros cuerpos mentales, y cuando los recibimos
percibimos sus vibraciones, con mas nuestras propias vibraciones normales -una
resultante-, y lo mismo sucede con las naciones, al recibir impresiones de
otros países, las reciben igualmente modificadas por su propio grado de
vibración nacional. De aquí que los ingleses y franceses y los boers ven los
mismos hechos, pero añaden a ellos sus propias preocupaciones, y con toda buena
fe se acusan mutuamente de falsificar los hechos y de practicar una conducta
impropia. Si esta verdad y su existencia inevitable fuesen reconocidas, muchas
reyertas internacionales se suavizarían más fácilmente que lo que ahora sucede,
muchas guerras se evitarían, y las que se entablan terminarían con más
facilidad. Entonces cada nación reconocería lo que se llama a veces "la
ecuación personal", y en lugar de censurar a la otra su diferencia de
opinión, cada una buscaría el término medio de la contraria, sin insistir por
completo en la suya propia. La cuestión perfectamente práctica para el
individuo que plantea este conocimiento de tal continua y general transmisión
del pensamiento es: ¿Cuánto bueno puedo ganar y evitar de malo, viendo que
tengo que vivir en una atmósfera mezclada, donde oleadas de pensamientos buenos
y malos están en actividad y chocando contra mi cerebro? ¿Cómo preservarme
contra las transmisiones de pensamientos dañosos, y cómo aprovecharme de los
benéficos? El conocimiento del modo cómo obra el poder de selección, es de
vital importancia. Cada hombre es la persona que más constantemente afecta su
propio cuerpo mental. Otros lo afectan ocasionalmente; pero él lo hace siempre.
El orador a quien oye, el autor cuya obra lee, afectan su cuerpo mental. Pero
ellos son incidentes en su vida, al paso que él es factor principal. Su propia
influencia en la composición del cuerpo mental, es mucho más potente que la de
cualquier otro, y él mismo fija el grado de vibración normal de su mente. Los
pensamientos que armonizan con ese grado son rechazados cuando tocan la mente.
Si un hombre piensa verdad, una mentira no se hace sitio en su mente; si piensa
amor, el odio no puede turbarle; si piensa sabiduría, la ignorancia no puede
paralizarle. Sólo en esto está la salvación, el poder verdadero. No debe
permitirse que la mente permanezca como terreno labrado vacío, porque entonces
cualquier semilla de pensamiento puede arraigar en él y desarrollarse; no debe
permitirse que vibre como quiera, porque esto significa que responderá a
cualquier vibración que pase. En esto consiste la lección práctica. El hombre
que la lleve a cabo encontrará pronto su valor, y descubrirá que por el pensar,
la vida puede hacerse más noble y dichosa, y que es una verdad que por la
sabiduría pondremos fin al dolor.
LOS PRINCIPIOS DEL PENSAMIENTO
Pocos, fuera del círculo de los estudiantes de sicología,
se han preocupado gran cosa respecto de la cuestión de "como se origina el
pensamiento". Cuando venimos al mundo nos encontramos en posesión de una
gran masa de pensamiento ya formada, un gran acopio de lo que se llama
"ideas innatas", Estos son conceptos que traemos con nosotros al
mundo, son los resultados condensados o resumidos de nuestras experiencias en
vidas anteriores a la presente. Con este acopio mental de que disponemos
principiamos nuestras transacciones en esta vida, y el psicólogo nunca puede
estudiar por la observación directa los principios del pensamiento. Puede, sin
embargo, aprender algo observando al niño; pues asimismo como el nuevo cuerpo
físico recorre en la vida prenatal la larga evolución física del pasado, así el
nuevo cuerpo mental atraviesa rápidamente los grados de su largo desarrollo. Si
se observa atentamente a un niño, se verá que las sensaciones - respuesta a los
estímulos por sentimientos de placer o de dolor, y primitivamente por los
últimos - preceden a toda señal de inteligencia. Antes del nacimiento, el niño
fue sostenido por las fuerzas de vida que fluían a través del cuerpo de la
madre. Al entrar en una existencia independiente, éstas son excluidas. La vida
exhala del cuerpo y ya no se renueva; a medida que disminuyen las fuerzas
vitales, siéntese la necesidad, y esta necesidad es dolor. La situación de tal
necesidad procura quietud y placer, y el niño vuelve a caer en la
inconsciencia. Al poco tiempo la vista y el sonido despiertan sensaciones, pero
todavía no se presenta ninguna señal de inteligencia. La primera que aparece es
cuando la presencia o la voz de la madre o de la nodriza se relaciona con la
satisfacción de la siempre recurrente necesidad, con el placer que proporciona
el alimento; el enlace de un objeto externo con la sensación causada por el
mismo, es la primera impresión de la inteligencia, el primer pensamiento,
técnicamente una percepción. La esencia de esto es el establecimiento de una
relación entre una conciencia, un Jivatma, y un objeto, y dondequiera que se
establece esa relación, el pensamiento existe. Este hecho sencillo y siempre
comprobable, puede servir como un ejemplo general del principio del pensamiento
en un Yo separado; en tal Yo separado, las sensaciones preceden a los
pensamientos; la atención del Yo se despierta por la impresión que se hace en
él y al que responde con un sentimiento. El sentimiento macizo de la
necesidad, debido a la disminución de la energía vital, no despierta por si
mismo el pensamiento; pero esta necesidad es satisfecha por el contacto de la
leche que causa una impresión local definida, impresión seguida por un
sentimiento de placer. Después que esto se ha repetido muchas veces, el Yo se
asoma al exterior, vagamente, a tientas; al exterior a causa de la dirección de
la impresión que ha venido de afuera. La energía de la vida fluye de este modo
al cuerpo mental y lo vivifica, de suerte que refleja - en un principio
débilmente - el objeto que, al ponerse en contacto con el cuerpo, ha causado la
sensación. Esta modificación en el cuerpo mental, repetida una y otra vez,
estimula al Yo en su aspecto de conocer y vibra en correspondencia. El ha sentido
necesidad, contacto, placer, y con el contacto una imagen se presenta, siendo
afectada la vista lo mismo que los labios, dos impresiones de los sentidos que
se mezclan. Su naturaleza propia inherente enlaza juntos los tres, la
necesidad, la imagen contacto y el placer, y este enlace es pensamiento.
Mientras que así no responda, no existe allí pensamiento alguno; el Yo es el
que percibe, no ningún otro inferior. Esta percepción particulariza el deseo,
que cesa de ser un vago anhelo por algo, y se convierte en un deseo definido
por una cosa especial: la leche. Para la percepción necesita revisión, pues el
Conocedor ha asociado tres cosas, una de ellas tiene que ser separada: la
necesidad. Es insignificativo que en una etapa primitiva la vista de la nodriza
despierte la necesidad; es el conocedor despertando la necesidad cuando aparece
la imagen con aquella asociada; el niño, que no tiene hambre, llorará por el
pecho al ver a la madre, más tarde esta errónea relación se rompe, y la nodriza
es asociada con el placer como causa, y vista como el objeto del placer. El
deseo hacia la madre se establece de este modo, y luego se convierte en otro
estimulo del pensamiento.
RELACION ENTRE SENSACIÓN Y EL PENSAMIENTO
En muchos libros de sicología, tanto orientales como
occidentales, se especifica claramente que todo pensamiento tiene su raíz en la
sensación, que hasta que se hayan acumulado un gran número de sensaciones, el
pensar no puede existir. "La mente, tal cual la conocemos - dice H. P.
Blavatsky -, puede resolverse en estados de conciencia de variable duración,
intensidad, complejidad, etc., fundándose todo, en último término, en la
sensación"
. Algunos escritores han
ido aún más lejos, declarando que no sólo son las sensaciones el material con
que se construyen los pensamientos, sino que los pensamientos son producidos
por las sensaciones, negando de este modo al Pensador y al Conocedor. Otros, en
el extremo opuesto, consideran al pensamiento como resultado de la actividad
del pensador, iniciando desde el interior en lugar de recibir su primer impulso
desde fuera, siendo las sensaciones los materiales sobre los cuales emplea su
capacidad inherente específica propia, pero no una condición necesaria de su
actividad. Cada una de estas dos opiniones - que el pensamiento es puramente
producido de las sensaciones, y que el pensamiento es tan sólo producto del
conocedor- son en parte verdad; pero la verdad entera se encuentra entre los
dos. Al paso que es necesario, para el despertamiento del conocedor, que las sensaciones
obren sobre él desde fuera, y bien que el primer pensamiento se produce a
consecuencia de impulsos del sentimiento sirviendo las sensaciones como su
antecedente natural; sin embargo, si no hubiese una capacidad inherente para
enlazar las cosas, si el Yo no fuese conocimiento en su propia naturaleza, las
sensaciones podrían presentársele constantemente sin que se produjese nunca un
solo pensamiento. Sólo es la mitad de la verdad que los pensamientos tengan sus
principios en las sensaciones; tiene que existir el poder de organizarlas y de
establecer entre unas y otras lazos de unión, relaciones, así como también
entre ellas y el mundo externo. El Pensador es el padre, el Sentimiento la
madre, el Pensamiento el hijo. Si los pensamientos tienen su principio en las
sensaciones y éstas son causadas por choques externos, entonces es de la mayor
importancia que cuando las sensaciones surjan del Yo como consciente, la
naturaleza y extensión de estas sensaciones sean exactamente observadas por el
Yo como conocedor. La primera función del conocedor es observar; si no hubiese
nada que observar, permanecería siempre dormido; pero cuando se le presenta un
objeto, cuando como perceptor tiene conciencia de un choque, entonces como
observador observa. De la exactitud de su poder de observar depende el
pensamiento que tiene que formar de
todas esas observaciones unidas. Si observa erróneamente, si entabla una
relación equivocada entre el objeto que ocasionó el choque y él mismo, como
observador del Choque, entonces a consecuencia de este error, sobrevendrán en
su propia obra un número de errores subsiguientes que nada podrá enmendar sino
retrocediendo al principio mismo. Veamos ahora cómo funciona la sensación y la
percepción en un caso especial. Supongamos que siento un choque en la mano: el
contacto causa una sensación; el reconocimiento de lo que causó la sensación es
un pensamiento. Cuando siento un contacto, percibo una sensación, y no hay
necesidad de añadir nada en la que se refiere puramente a esta sensación; pero
cuando el sentimiento pasó al objeto que lo causó, percibo el objeto y tal
percepción es un pensamiento. Esta percepción significa que como conocedor
reconozco una relación entre yo mismo y ese objeto, por cuanto ocasionó cierta
sensación en mi Yo. Esto, sin embargo, no es todo lo que sucede; pues también
experimento otras sensaciones de color, de suavidad, de calor, de contextura,
etc.; éstos me son también transmitidos como conocedor, y ayudado por la
memoria de impresiones semejantes recibidas otras veces - o sea comparando
imágenes pasadas con la imagen del objeto que toca a mi mano -, decido respecto
de la clase de objeto que la ha tocado. En la percepción de las cosas que nos
hacen sentir, está el principio del pensamiento; poniendo esto en los términos
metafísicos ordinarios, diremos: la percepción del No-Yo es el principio de la
cognición. El sentimiento por sí solo no podría dar la conciencia del No-Yo;
sólo habría en el Yo el sentimiento del placer o del dolor, una conciencia
interna de expansión y contracción. No seria posible una evolución superior si
el hombre no pudiese hacer más que sentir; pues sólo cuando reconoce los
objetos como causas, es cuando principia su educación humana. Del
establecimiento de una relación consciente entre el Yo y el No-Yo depende toda
la evolución futura, y esta evolución consistirá en gran parte en que estas
relaciones sean más y más numerosas; más y más complicadas y más y más exactas
de parte del conocedor. El conocedor principia su desenvolvimiento externo cuando
la despertada conciencia, sintiendo placer o dolor, vuelve su mirada al mundo
externo y dice: "Este objeto me causa placer; aquel otro me causa
dolor". Hay que experimentar un gran número de sensaciones antes de que el
Yo conteste externamente a todo. Luego viene un tanteo torpe y confuso por el
placer, debido a un deseo en el Yo senciente de experimentar una repetición de
aquél. Y éste es un buen ejemplo del hecho mencionado antes, de que no existe
solamente el sentimiento ni puramente el pensamiento; pues el deseo por la
repetición de un placer "implica que la imagen del placer permanece, por
más débilmente que sea, en la conciencia y esto es memoria y pertenece al
pensamiento. Durante largo tiempo, el Yo medio vaga de una cosa a otra,
chocando contra el No-Yo de un modo accidental, sino que la conciencia imprima
una dirección determinada a estos movimientos, experimentado ya el placer, ya
el dolor, sin percibir su causa. Sólo cuando esto se ha experimentado durante
largo tiempo, es cuando es posible la percepción antes mencionada y el
principio de la relación entre el conocedor y lo cognoscible.
NATURALEZA DE LA MEMORIA
Cuando se establece una relación entre el placer y un
objeto determinado, surge el deseo definido de obtener de nuevo ese objeto y
repetir el placer. El cuerpo mental, estimulado repite prontamente la imagen
del objeto; pues debido a la ley general de que la energía fluye de la
dirección de la resistencia menor, la materia del cuerpo mental se moldea muy
fácilmente a la forma que con frecuencia se ha tomado ya; esta tendencia a
repetir las vibraciones principales, cuando actúa en ellas la energía, es
debida a Tamas
, a la inercia de la
materia, y es el germen de la Memoria. Las moléculas de la materia que se han
agrupado, se separan lentamente al actuar en ellas otras energías, pero
retienen durante un tiempo considerable la tendencia a asumir de nuevo su
mutua relación; si reciben un impulso propio para agruparlos, inmediatamente
vuelven a asumir su anterior posesión. Además cuando el conocedor ha vibrado de
un modo particular, ese poder de vibración permanece en él, y en el caso del
objeto que ocasiona el placer, el deseo por el objeto pone en libertad ese
poder, lo impulsa fuera, por decirlo así, proporcionando de este modo el estimulo
necesario al cuerpo mental. La imagen que así se produce es reconocida por el
conocedor, y la atracción del placer le hace reproducir también la imagen del
mismo. El objeto y el placer son relacionados por la experiencia, y cuando se
forma la serie de vibraciones que componen la imagen, surge también la serie de
vibraciones que constituye el placer, y éste vuelve a gustarse en ausencia del
objeto. Esto es la memoria en su forma más sencilla: una vibración, por sí
misma iniciada, de igual naturaleza que la que causó el placer, y que
reproduce a éste. Estas imágenes son menos pasivas, y por tanto menos vividas
para el conocedor parcialmente desarrollado, que las causas por el contacto con
un objeto externo, porque las pesadas vibraciones físicas prestan mucha energía
a las imágenes mentales y de deseos, pero fundamentalmente las vibraciones son
materia mental, por el conocedor, de objetos que anteriormente han sido
experimentados. Esta reflexión puede repetirse - y se repite - una y otra vez
en materia cada vez más sutil, sin relación con ningún conocedor separado, y en
su totalidad son el contenido parcial de la memoria de Ishvara
.
Estas imágenes de imágenes pueden ser alcanzadas por cualquier conocedor
separado en proporción a lo que haya desarrollado en si mismo el "poder de
vibración" antes mencionado; lo mismo que en la telegrafía sin hilos, una
serie de vibraciones que constituye un mensaje puede ser recogida por un
receptor apropiado, esto es, por un receptor capaz de reproducirlas, así
también una potencia vibratoria latente en un conocedor, puede hacerse activa
por una vibración que le sea semejante, de entre aquellas imágenes cósmicas.
Estas, en el plano akashico
,
forman los "anales akashicos" de que se habla a menudo en la
literatura teosófica, y perduran lo que la vida del sistema.
MEMORIA Y ANTICIPACIÓN
Volvamos a nuestro conocedor no desarrollado. Cuando la
memoria principia a funcionar, la anticipación le sigue pronto, pues la
anticipación no es más que la memoria lanzada hacia adelante. Cuando la memoria
hace volver a gustar un placer experimentado anteriormente, el deseo busca
volver a asir el objeto que causó el placer, y cuando se piensa en este goce
como el resultado de encontrar ese objeto en el mundo externo y gozar de él, tenemos
la anticipación. El conocedor detiene su pensamiento en la imagen del objeto y
en la imagen del placer, relacionándolos entre si; si a esta contemplación
añade el elemento del tiempo, del pasado y del futuro, se le da entonces dos
nombres: la contemplación más la idea del pasado es memoria; la contemplación
más la idea del futuro es anticipación. A medida que estudiamos estas imágenes,
principiamos a comprender toda la fuerza del aforismo de Patanjali que para la
práctica del Yoga el hombre debe suspender las "modificaciones del
principio pensante". Considerado desde el punto de vista de la ciencia
oculta, cada contacto con el No-Yo
modifica el cuerpo mental. Parte de la materia de que este cuerpo está
compuesto se combina como un cuadro o imagen del objeto externo. Cuando se
establecen relaciones entre estas imágenes, es pensamiento considerado desde el
lado de la forma. Correspondiendo con éste existen vibraciones en el conocedor
mismo; y estas modificaciones dentro de él son pensamiento considerado desde el
lado de la vida. No hay que olvidar que el establecer estas relaciones es la
función especial del conocedor, lo que él añade a las imágenes, y que este
aditamento cambia las imágenes en pensamientos. Las imágenes en el cuerpo
mental se parecen mucho en su carácter a las impresiones que en una placa
sensitiva hacen las hondas etéreas que se hallan fuera de la luz del espectro y
que actúan químicamente en las sales de plata, volviendo a combinar la materia
sobre la placa sensible, de suerte que se forman en ella imágenes de los
objetos a que ha sido expuesta. Asimismo sucede en la placa sensible que
llamamos cuerpo mental: los materiales se vuelven a combinar como una imagen de
los objetos con que se ha puesto en contacto. El conocedor percibe estas
imágenes por medio de sus propias vibraciones respondientes, las estudia y
después de cierto tiempo principia a arreglarlas y modificarlas por las
vibraciones que desde si mismo lanza sobre ellas. Con arreglo a la ley de que
hemos hablado, de que la energía sigue la línea de menor resistencia, reforma
una y otra vez las mismas imágenes; y mientras se concreta a esta simple
reproducción, con la sola adición del elemento del tiempo, tendremos, como ya
se ha dicho, la memoria y la anticipación. El pensar concreto es, después de
todo, sólo una repetición, en materia más sutil, de las experiencias diarias,
con la diferencia de que el conocedor puede detener y cambiar su secuencia,
repetirlas, apresurarlas o hacerlas más lentas, según quiere. Puede detenerse en
una imagen, cobijarla, mantenerse en ella, y así puede obtener de tal repetido
examen de las experiencias, mucho de lo que no advirtió al pasar por ellas,
sujeto al incesante movimiento de la rueda del tiempo. Dentro de sus propios
dominios puede disponer de su tiempo en lo que a la medida del mismo concierne,
como hace Ishvara, el Logos, para sus mundos; sólo que no puede escapar a la
esencia del tiempo hasta que pueda alcanzar la conciencia Ishvárica,
libertándose de los lazos de la materia del mundo.
RECEPTIVIDAD DEL YO PARA EL NO-YO
El primer requisito para el pensar competente es una
observación atenta y exacta. El Yo, como conocedor, debe observar al No-Yo con
atención y exactitud, si éste ha de convertirse en lo conocido y fundirse así
en el Yo. El segundo requisito es la receptividad y tenacidad en el cuerpo
mental, la facultad de ceder pronto a las impresiones y retenerlas una vez
hechas. En proporción de la atención y exactitud de la observación del
conocedor y de la receptividad y tenacidad de su cuerpo mental, se hallará la
rapidez de su evolución y la celeridad con que sus potencias latentes se
convierten en poderes activos. Si el conocedor no ha observado con exactitud la
imagen de pensamiento, o si el cuerpo mental, falto de desarrollo, sólo ha sido
sensible a las vibraciones más fuertes de un objeto externo, y por
consiguiente, sólo ha reflejado una reproducción imperfecta, el material para
el pensamiento es impropio y erróneo. Sólo se ha obtenido en un principio el
bosquejo general, quedando los detalles borrosos y hasta faltando del todo. A
medida que desarrollamos nuestras facultades, a medida que introducimos una
materia más sutil en el cuerpo mental, veremos que podemos recibir del mismo
objeto externo mucho más de lo que recibíamos en los tiempos de menor
desarrollo, encontrando así mucho más en un objeto que lo que antes
encontrábamos. Pongamos a dos hombres en un campo en presencia de una
espléndida puesta de sol. Supongamos que uno de ellos es un campesino poco
desarrollado, que no tiene la costumbre de observar la Naturaleza sino en lo
que concierne a sus cosechas; que sólo ha mirado al cielo para saber si promete
lluvia o sol, sin importarle nada su aspecto sino en lo que hace referencia a
su modo de ganarse la vida o a su empleo. Supongamos que el otro es un artista,
un pintor de genio, lleno de amor por lo hermoso y educado a ver y a gozar de
cada matiz y tono de color. Los cuerpos físico, astral y mental del campesino,
están todos en presencia de esta brillante puesta de sol, y todas las
vibraciones que produce actúan sobre los vehículos de su conciencia; ve
diferentes colores en el cielo y observa que hay mucho rojo que promete un
hermoso tiempo para el día siguiente, bueno o malo para su cosecha, según sea
el caso. Esto es todo lo que saca de ello. Los cuerpos físico, astral y mental
del pintor están todos expuestos exactamente a las mismas pulsaciones que los
del campesino; pero ¡cuán diferente es el resultado! El material más sutil de
sus cuerpos reproduce un millón de vibraciones demasiado rápidas y sutiles que
no conmueven el material más grosero del otro. Por consiguiente, su imagen de
la puesta del sol es muy diferente de la imagen producida en el campesino. Los
tonos delicados de color, el matiz que se desvanece en otro matiz, el azul y
rosa transparentes, y el verde mar pálido iluminado de reflejos dorados con
franjas de púrpura real, todos son gustados con detenido placer, con éxtasis de
goce senciente; despiértanse delicadas emociones, el amor y la admiración
cámbianse en reverencia y alegría de que existan tales cosas; surgen las ideas
de carácter más inspirado, a medida que el cuerpo mental se modifica bajo las
vibraciones que actúan en él en el plano mental, del aspecto mental de la
puesta de sol. La diferencia de las imágenes no es debida a una causa externa,
sino a una receptividad interna. No depende de lo externo, sino de la capacidad
de responder. No está en el No-Yo, sino en el Yo y sus envolturas. Con arreglo
a estas diferencias es el resultado que se produce. ¡Cuán poco fluye en el
primero! ¡Cuánto fluye en el segundo! Aquí vemos con evidencia sorprendente el
significado de la evolución del conocedor. Alrededor nuestro puede haber un
universo de hermosura; sus hondas actúan sobre nosotros de todos lados, y, sin
embargo, puede ser como si no existieran. Todo lo que está en la mente de
Ishvara, el Logos de nuestro sistema, está actuando sobre nosotros y sobre
nuestros cuerpos ahora. Lo que de ello podemos recibir marca el grado de
nuestra evolución. Lo que hace falta para el desarrollo no es un cambio fuera
de nosotros, sino un cambio dentro de nosotros. Todo nos ha sido ya dado; pero
tenemos que desarrollar la capacidad para recibir.
CAPITULO 4
EL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO
LA OBSERVACIÓN Y SU VALOR
Por lo ya expuesto se comprenderá que la observación
exacta es un elemento para pensar con claridad. Tenemos que principiar nuestro
trabajo en el plano físico, donde nuestros cuerpos se ponen en contacto con el
No-Yo. Marchamos hacia arriba, y toda la evolución principia en el plano
inferior, pasando al superior; en el inferior tocamos, en primer término, el
mundo externo y de éste pasan las vibraciones hacia arriba - o hacia adentro -
haciendo surgir los poderes internos. La observación exacta es, pues, una facultad
que debe cultivarse definidamente. La mayor parte de la gente va por el mundo
con los ojos medio cerrados, y esto lo puede comprobar cada uno de por sí
preguntándose a sí mismo acerca de lo que ha observado al pasar por una calle.
Podemos preguntarnos: ¿Qué he observado al pasar por tal calle? Mucha gente no
ha observado casi nada; no ha formado ninguna imagen clara. Otros habrán quizás
observado unas pocas cosas, algunos quizás muchas. Se cuenta del padre de
Houdin que educó a su hijo en la observación del contenido de las tiendas ante
las cuales pasaba al ir por las calles de Londres, hasta que llegó a poder dar
cuenta de todo lo que contenía el frente de una tienda, con sólo lanzar sobre
la misma una simple mirada. El niño normal y el salvaje son observadores, y
según sea su capacidad de observación, así es la medida de su inteligencia. La
costumbre de observar de un modo claro y rápido tiene su fundamento; en el
hombre de inteligencia mediana, en el pensar con claridad. Los que piensan muy
confusamente son, por lo general, los que observan con menos exactitud, excepto
cuando la inteligencia está altamente desarrollada y está habitualmente vuelta
hacia dentro de si misma. Pero la contestación a la pregunta anterior puede
ser: "Estaba pensando en otra cosa, y por tanto no observé". Y la
contestación es muy apropiada si el que contesta estaba pensando en algo más
importante que la educación del cuerpo mental y que la del poder de la atención
por medio de la observación cuidadosa; pero si el que contesta sólo ha estado
soñando, vagando su pensamiento de modo indeterminado, entonces ha malgastado
su tiempo mucho más que si hubiese dirigido su energía hacia afuera. Esta
distinción debe considerarse como limitando las anteriores observaciones; pues
un hombre sumido profundamente en sus pensamientos, no observará los objetos
pasajeros porque estará fijo en lo interior, y no en lo exterior. Los altamente
desarrollados y los que lo estén sólo parcialmente, necesitan una educación
distinta. Pero, ¿cuántos, entre los que no observan, están realmente
"sumidos profundamente en sus pensamientos"? En la mente de la mayor
parte todo lo que pasa es un vago mirar a cualquier imagen de pensamiento que
pueda presentársele; una contemplación, sin objeto determinado, del contenido
de su joyero o de sus armarios. Esto no es pensar, pues, pensar significa cómo
hemos visto, el establecer relaciones, el añadir algo que no estuviera
previamente presente. Al pensar, la atención del conocedor se dirige
deliberadamente a imágenes de pensamiento, y trabaja activamente con ellas. El
desarrollo, pues, del hábito de observación constituye una parte de la
educación de la mente y los que lo practiquen encontrarán que la mente se
esclarece, aumenta en poder y se hace más fácilmente manejable; de suerte que
pueden dirigirla a un objeto dado mucho mejor que lo que podían hacer antes.
Ahora bien, este poder de observación, una vez definidamente establecido, obra
automáticamente registrando el cuerpo mental las imágenes, las cuales puede
utilizar después si las necesita, sin exigir la atención de su dueño. Un caso
muy trivial, pero significativo, de esta clase, puedo presentar como
experiencia propia. Viajando yo en América se suscitó una cuestión acerca del
número de la máquina de un tren, en el que habíamos viajado. Esto no fue en
modo alguno un caso de clarividencia. El número se presentó instantáneamente
en mi mente. Sin acción alguna consciente mía, la mente había observado y
registrado el número al entrar el tren en la estación, y cuando se necesitó
saberlo, la imagen mental del tren entrante, con el número en el frente de la
máquina se me presentó en seguida. Esta facultad, una vez establecida, es muy
útil, pues significa que cuando las cosas han estado pasando en torno de uno
sin distraer en aquel momento la atención, se puede, sin embargo, recordarlas
mirando el registro que el cuerpo mental había hecho de ellas por su propia
cuenta. Esta actividad automática del cuerpo mental fuera de la actividad
consciente de Siva
, tiene efecto en todos
nosotros de un modo más considerable que lo que pudiera suponerse; pues se ha
visto que cuando una persona es hipnotizada, refiere muchos pequeños sucesos
que le habían acaecido sin despertar su atención. Estas impresiones llegan al
cuerpo mental por medio del cerebro, y se imprimen en éste lo mismo que en
aquél. De este modo llegan al cuerpo mental muchas impresiones que no fueron
suficientemente fuertes para penetrar en la conciencia, no porque la conciencia
no pueda conocerlas, sino porque no está lo suficientemente despierta más que
para registrar las impresiones más profundas. En el estado hipnótico, en el
delirio, en los sueños físicos, cuando el Siva no está presente, el cerebro da
de si estas impresiones, que generalmente están dominadas por las impresiones
mucho más fuertes que el mismo Siva hace o recibe; pero si la mente se educa en
observar y registrar, entonces el Siva puede recobrar de ellas las impresiones
de que este modo se hayan hecho. Así si dos individuos pasan por una calle, uno
de ellos educado en la observación y otro no, ambos pueden recibir un número de
impresiones sin que ninguno de ellos se dé cuenta de las mismas en aquel
momento; pero después el observador educado podrá recordar estas impresiones,
al paso que el otro no. Como este poder depende del pensar con claridad, los
que deseen cultivar y dominar el poder del pensamiento, harán bien en no
descuidar el cultivo del hábito de observación y sacrificar el mero placer de
vagar por donde quiera que la corriente de la fantasía pueda llevarlos.
LA EVOLUCION DE LAS
FACULTADES MENTALES
A medida que se acumulan imágenes, el trabajo del conocedor se hace
más complicado y su actividad en ellas hace surgir un poder tras otro,
inherentes a su naturaleza divina. Ya no acepta el mundo externo, tan sólo en
su simple relación con él mismo, como conteniendo objetos que son causa de
placer o de dolor para él, sino que dispone unas al lado de otras las imágenes
de los mismos, las estudia en sus diversos aspectos, les da vueltas y las vuelve a
considerar. También principia a
coordinar sus propias observaciones. Observa el orden de sucesión de las
imágenes. Cuando unas dan lugar a otras; cuando una segunda imagen ha seguido a
una primera muchas veces, principia a buscar la segunda cuando la primera se
presenta, y de este modo las enlaza. Este es el primer paso hacia el
razonamiento, y en este punto también tenemos la llamada hacia afuera de una
facultad inherente. Arguye que A y B han aparecido siempre sucesivamente, y
que, por tanto, cuando A aparece, B aparecerá también: Esa previsión, al
comprobarse constantemente, le hace enlazadas como "causa" y
"efecto", y muchos de sus primeros errores son debidos al
establecimiento demasiado precipitado de esta relación. Por otra parte,
poniendo las imágenes una al lado de la otra, observa su semejanza o
desemejanza, y desarrolla la facultad de comparar. Elige una u otra como
productora de placer, y mueve su cuerpo en el mundo externo en busca de ellas,
desarrollando su juicio por estas selecciones y sus consecuencias. Desenvuelve
un sentido de las proporciones en relación con la semejanza o desemejanza, y
agrupa los objetos con arreglo a su mayor igualdad, o los separa según su mayor
diferencia; en esto también comete muchos errores; por inducirle fácilmente a
ellos las semejanzas superficiales, pero que luego corrige por observaciones
posteriores. De este modo la observación, la distinción, la razón, la
comparación, el juicio, se desenvuelven uno tras otro; son facultades que se
desarrollan con la práctica, y así crece este aspecto del Yo como conocedor,
por medio de la actividad de los pensamientos, por la acción y reacción,
constantemente repetida y entrelazada entre el Yo y el No-Yo. Para apresurar la
evolución de esas facultades, debemos ejercitarlas deliberada y
conscientemente, usando las circunstancias de la vida diaria como oportunidades
para desarrollarlas. Del mismo modo, como el poder de observación, según hemos
visto ya, puede educarse en esta vida diaria, así también podemos
acostumbrarnos a ver los puntos de parecido o de semejanza en los objetos que
nos rodean; podemos sacar conclusiones y comprobarlas por medio de los sucesos;
podemos comparar y juzgar, y todo esto conscientemente y con un objeto dado. El
poder del pensamiento crece rápidamente con este ejercicio deliberado, y se
convierte en una cosa que se maneja constantemente, porque se siente como una
posesión definida.
LA MEMORIA
A fin de poder comprender claramente cuál es la causa de
la "mala memoria", debemos examinar el proceso mental que construye
lo que llamamos memoria. Aunque en muchos libros psicológicos se habla de la
memoria como de una facultad mental, no existe realmente una facultad a la que
se le pueda dar este nombre. La persistencia de una imagen mental no es debida
a facultad especial alguna, sino que pertenece a la cualidad general de la
mente; una mente débil, es débil en persistencia como en todo lo demás; y lo
mismo que una substancia demasiado fluida no retiene la forma del molde en el
que se la haya vertido, así pierde la forma que ha asumido. Cuando el cuerpo
mental está poco organizado, cuando es un mero agregado de moléculas de materia
mental, una masa a manera de nube sin mucha coherencia, la memoria será
ciertamente débil. Pero esta debilidad es general, no especial; es común a toda
la mente; y es debida a su estado inferior de evolución. A medida que el cuerpo
mental se organiza y funcionan en él los poderes de Siva, vemos, sin embargo, a
menudo, lo que se llama "una mala memoria". Pero si observamos esta
"mala memoria", veremos que no es deficiente en todos los aspectos,
sino que hay algunas cosas que se recuerdan bien y que la mente retiene sin
esfuerzo. Si luego examinamos estas cosas que se recuerdan, veremos que son
aquellas que atraen con fuerza a la mente, que las cosas que gustan mucho no se
olvidan. He conocido a una mujer que se quejaba de mala memoria respecto de
asuntos de estudios, al paso que observé en ella una memoria muy retentiva
acerca de detalles de un vestido que admiraba. A su cuerpo mental no le faltaba
el poder retentivo y suficiente, y cuando observaba cuidadosa y atentamente y
producía una imagen mental clara, éste tenía prolongada vida. En esto tenemos
la clave de la "mala memoria". Es debida a falta de atención, a falta
de observación exacta y, por tanto, a un pensamiento confuso. El pensamiento
confuso es la impresión borrosa causada por la observación descuidada y la falta de atención, al paso que el pensamiento
claro es la impresión bien marcada, debida a la atención concentrada y a la
observación cuidadosa y exacta. No recordamos las cosas a las que prestamos
poca atención; pero recordamos bien las cosas que nos interesan mucho. ¿ Como
debe, pues, tratarse una "mala memoria"? Primeramente debe
observarse las cosas respecto de las cuales es mala, y aquellas para la que es
buena, a fin de calcular la cualidad general de adhesividad. Luego deben
examinarse las cosas para las cuales es mala, a fin de ver si valen la pena de
ser recordadas, y si son cosas que no nos importan. Si vemos que no nos
importan, pero que en nuestros momentos mejores sentimos que deben
interesarnos, entonces debemos decirnos: "Voy a fijarme en ellas, voy a
observarlas con exactitud y voy a pensar en ellas cuidadosa y
detenidamente". Haciendo esto vemos que nuestra memoria mejora, pues, como
se ha dicho antes, la Memoria depende realmente de la atención, de la
observación exacta y del pensamiento claro. Un objeto que atraiga es valioso
para fijar la atención; si éste no está presente, su lugar debe reemplazarse
por medio de la voluntad. En esto, como en todas las cosas, un pequeño
ejercicio que se repita diariamente, es de mucho más efecto que un gran
esfuerzo seguido, de un periodo de inacción. Debemos imponernos la pequeña
tarea diaria de observar una cosa cuidadosamente, imaginándola en la mente con
todos sus detalles, manteniendo la mente fija en ella durante un poco de
tiempo, como puede fijarse el ojo físico en un objeto. Al siguiente día debemos
evocar la imagen reproduciéndola con la mayor exactitud que se pueda, y luego
comparada con el objeto y observar las inexactitudes. Si concedemos cinco
minutos diarios a este ejercicio, observando alternativamente un objeto,
imaginándolo luego en la mente y evocando la imagen al día siguiente y
comparándola con el objeto, "mejoraremos nuestra memoria" muy
rápidamente, al paso que estamos mejorando realmente nuestros poderes de
observación, de atención, imaginación y de concentración; en una palabra:
estaremos organizando el cuerpo mental y haciéndolo propio, mucho más
rápidamente que lo hará la naturaleza sin ayuda, para desempeñar sus funciones
de un modo efectivo y útil. Ningún hombre puede emprender un ejercicio como
éste sin que le produzca efecto, y pronto tendrá la satisfacción de conocer que
sus poderes han aumentado y que se hallan mucho más sujetos al dominio de la
voluntad. Los medios artificiales para mejorar la memoria presentan las cosas a
la mente en forma atractiva, o asocia con esa forma la cosa que hay que
recordar. Si una persona percibe con facilidad, puede ayudar a una mala memoria
formando una imagen y relacionando las cosas que quiere recordar con
determinados puntos de la pintura. Otras personas, en quienes domina el poder
auditivo, se acuerdan por medio de un ritmo o retintín, y, por ejemplo,
construyen con una serie de fechas u otros hechos poco atractivos, versos que
se "agarran a la mente". Pero mucho mejor que estos métodos es el
racional que hemos descrito antes, con cuyo uso el cuerpo mental mejora su
organización, se hace más coherente en sus materiales.
LA EDUCACION DE LA MENTE
El educar la mente en cualquier sentido es educarla toda
en cierto grado, pues cualquier clase definida de educación organiza la materia mental de que está
compuesto el cuerpo mental, así como también llama hacia afuera algunos de los
poderes del conocedor. La facultad mejorada puede dirigirse a un fin cualquiera
y sirve para todos los objetos. Una mente educada puede aplicarse de un modo
que sería imposible a la no educada, y ésta es la utilidad de la educación.
Pero no debe nunca olvidarse que la educación de la mente no consiste en
sobrecargarla de hechos, sino en desarrollar sus poderes. La mente no se
desarrolla poniéndola repleta con los pensamientos de otros, sino ejercitando
sus propios poderes. Se dice de los grandes Maestros que se hallan a la cabeza
de la humanidad, que conocen todo cuanto existo en el sistema solar. Esto no
significa que todos los hechos que en éste se encierran están siempre en su conciencia,
sino que han desarrollado de tal modo en ellos el aspecto del conocimiento, que
siempre que dirigen su atención sobre algo, conocen el objeto en que la han
fijado. Esto es algo mucho más grande que el acopio en la mente de cualquier
número de hechos, así como es una cosa más grande ver un objeto en el que se
fija la mirada, que ser ciego y conocerlo sólo por la descripción que otros
hacen. La evolución de la mente se mide no por las imágenes que contiene, sino
por el desarrollo de la naturaleza llamada conocimiento, el poder de reproducir
en ella todo cuanto se le presente. Esto es tan útil en cualquier otro universo
como en éste, y una vez obtenido, es nuestro para emplearlo donde quiera que
estemos.
LA ASOCIACIÓN CON SUPERIORES
Ahora bien: este
trabajo de educar la mente puede ser muy auxiliado poniéndonos en contacto con
aquellos que están más altamente desarrollados que nosotros. Un pensador de
mayor poder que nosotros puede ayudarnos materialmente porque emite vibraciones
de un orden superior al que nosotros podemos crear. Un pedazo de hierro no
puede por si solo emitir vibraciones de calor; pero si se halla cerca del
fuego, puede responder a las vibraciones de éste y calentarse. Cuando nos
hallamos al lado de un pensador potente, sus vibraciones obran en nuestro
cuerpo mental y despiertan en él vibraciones respondientes, de suerte que
vibramos en simpatía por él. Durante aquel tiempo sentimos que nuestro poder
mental ha aumentado y que podemos asir conceptos que normalmente se nos
escapan; pero cuando de nuevo nos hallamos solos, vemos que estos mismos
conceptos se han tornado borrosos y confusos. Muchas veces sucede que la gente
oye un discurso y lo sigue inteligentemente durante aquel tiempo. Se marchan
luego muy satisfechos, sintiendo que han obtenido algo valioso en conocimiento.
Al día siguiente, al querer participar a un amigo lo que han obtenido,
encuentran, con mortificación, que no pueden reproducir los conceptos que tan
claros y luminosos le parecieron, y entonces exclaman: "Estoy seguro que
lo sé; aquí lo tengo, sólo que falta agarrarlo". Este sentimiento
proviene de la memoria, de las vibraciones que, tanto el cuerpo mental como
Siva, han experimentado; existe la conciencia de haber comprendido los
conceptos, la memoria de las formas tomadas y el sentimiento de que, habiéndolas
producido, su reproducción debiera ser fácil. Pero el día anterior las
vibraciones superiores fueron las que produjeron las formas cogidas por el
cuerpo mental; fueron moldeadas desde afuera y no desde adentro. La impotencia
experimentada al tratar de reproducirlas, significa que este moldeamiento
tiene que repetírsele algunas veces antes de que tenga suficiente fuerza para
reproducir estas formas por vibraciones por él mismo iniciadas. El Conocedor
tiene que vibrar de este modo superior varias veces antes de que pueda
reproducir las vibraciones a voluntad. En virtud de su propia inherente
naturaleza, puede desenvolver el poder dentro de sí para reproducirlas, una vez
que se ha hecho responder varias veces a la impresión desde afuera. El poder en
ambos conocedores es el mismo, pero el uno lo ha desarrollado, al paso que el
otro está latente. Se le saca de esta latencia por el contacto con un poder
semejante ya en actividad, y de este modo el más poderoso apresura la evolución
del más débil. En eso consiste una de las utilidades de asociarse con personas
más avanzadas que nosotros. Nos aprovechamos de su contacto y nos desarrollamos
bajo su influencia estimulante. Un verdadero Maestro ayuda de este modo a sus
discípulos mucho más teniéndolos a su lado que por la palabra. Para esta
influencia el trato personal directo proporciona el contacto más efectivo. Pero
a falta de esto o la asociación con el Maestro, mucho puede también obtenerse
de los libros, si éstos se eligen sabiamente. Al leer una obra de un verdadero
gran escritor, debemos por el momento tratar de colocarnos en una situación
negativa o receptiva, de suerte que se reciba el mayor número posible de sus
vibraciones mentales. Cuando hayamos percibido estas vibraciones, nos
esforzaremos al tratar de sentir el pensamiento que parcialmente expresan,
extraer de ellas todas sus ocultas relaciones. Nuestra atención debe
concentrarse de modo que penetre la mente del escritor al través del velo de
sus palabras. Semejante lectura sirve de educación y hace progresar nuestra
evolución mental. Una lectura menos esforzada puede servir de pasatiempo, puede
llenar nuestra mente, con hechos valiosos y aumentar así nuestra utilidad. Pero
la lectura que se ha escrito significa un estimulo para nuestra evolución, y no
debe ser descuidado por los que buscan el desarrollo con el fin de servir.
CAPITULO 5
CONCENTRACIÓN
Pocas cosas hay
que sean tan difíciles para el estudiante que principia a educar su mente como
la concentración. En las primeras etapas de la actividad de la mente, el
progreso depende de sus veloces movimientos, de su viveza, de su disposición
para recibir los choques de sensaciones tras sensaciones, volviendo su atención
prontamente de una a otra. En esta etapa la versatilidad es una cualidad
valiosísima siendo esencial para el progreso la dirección constante de la
atención hacia lo externo. Mientras que la mente esté reuniendo materiales para
pensar, la extrema movilidad es una ventaja; y durante muchas, muchísimas
vidas, la mente se desarrolla por medio de esta movilidad, la cual aumenta con
la práctica. La interrupción de esta costumbre de exteriorizarse en todas
direcciones, la imposición de la fijeza de la atención en un solo punto,
semejante cambio causa un sacudimiento, un choque, y la mente se precipita
alocada, como el caballo no domado cuando por primera vez siente el freno.
Hemos visto que el cuerpo mental se amolda a las imágenes de los objetos a que
se dirige la atención. Patanjali habla de la interrupción de las modificaciones
del principio pensante, esto es, la interrupción de esas constantes
reproducciones del mundo externo. El detener las constantes modificaciones del
cuerpo mental, y el mantenerlo amoldado con fijeza a una imagen mental, es
concentración en lo que a la forma se refiere; dirigir la atención con fijeza a
esta forma, a fin de reproducirla perfectamente dentro de sí, es concentración
en lo que respecta al conocedor. En la concentración, la conciencia está fija
en una sola imagen; toda la atención del conocedor está dirigida a un solo
punto, sin fluctuaciones ni desviaciones. La mente – la cual discurre
continuamente de una a otra cosa, atraída por los objetos externos, amoldándose
a cada uno en veloz sucesión - es enfrentada, mantenida y obligada por medio
de la voluntad a permanecer en una forma, moldeada a una imagen, sin atender a
ninguna otra impresión. Ahora bien; cuando se mantiene a la mente de este modo,
amoldada a una imagen, y el conocedor la completa fijamente, obtiene un
conocimiento del objeto muchísimo mayor que el que pudiera aportarle cualquier
descripción verbal del mismo. Nuestra idea de una pintura, de un paisaje, es mucho
más completa cuando la hemos visto que cuando sólo la leemos u oímos hablar de
ella. Y si nos concentramos en tal descripción, la pintura toma forma en el
cuerpo mental, y obtenemos un conocimiento mucho más completo que el que se
obtiene por la mera lectura de las palabras. Las palabras son símbolos de las
cosas, y la concentración en el bosquejo de una cosa producida por la palabra
descriptiva, añade más y más detalles, por ponerse la conciencia más en
contacto con la cosa descrita. Al principio de la práctica de la concentración
hay que luchar con dos dificultades. Primera, el desatender las impresiones que
continuamente se reciben. Hay que impedir que el cuerpo mental conteste a estos
contactos, debiendo resistirse la tendencia a responder a las impresiones
externas; pero esto requiere dirigir parcialmente la atención a esta misma
resistencia, y cuando se ha vencido la tendencia a responder, la resistencia
misma tiene que cesar; necesitase el equilibrio perfecto, ni resistencia ni no
resistencia, sino una firme quietud, tan poderosa que las ondas externas no produzcan
ningún resultado, ni tan siquiera el resultado secundario de tener conciencia
de un algo que hay que resistir. Segunda, la mente debe sostener como única
imagen, durante el tiempo que sea el objeto de la concentración; no sólo debe
resistirse a ser modificada en contestación a los choques externos, sino que
debe también cesar su propia actividad interna, la cual está siempre barajando
su contenido, pensando en él, estableciendo nuevas relaciones, descubriendo
semejanzas y desemejanzas ocultas. Esta imposición de quietud interna es aún
más difícil que permanecer ignorante de choques externos, por referirse a su
propia vida intima y completa. El volver la espalda al mundo externo, es más
fácil que aquietar el interno, porque este mundo interno está más identificado
con el Yo; y en una palabra, para la mayor parte de la gente en el presente
grado de evolución, representa el "yo" (personal). El intento mismo,
sin embargo, de aquietar la mente de este modo, produce pronto un avance en la
evolución de la conciencia, porque inmediatamente sentimos que el que gobierna
y el gobernado no pueden ser uno, e instintivamente nos identificamos con el
primero. "Yo aquieto mi mente", es la expresión de la conciencia, y
se siente a la mente como perteneciendo al "yo", como una propiedad
suya. Esta distinción crece inconscientemente y el estudiante encuentra que
está adquiriendo la conciencia de una dualidad, de algo que domina y de algo
que es dominado. La mente concreta inferior es apartada y el "yo" se
siente como un poder mayor, como una visión más clara, y se desarrolla un sentimiento
de que este "yo" no depende ni del cuerpo ni de la mente. Este es el
primer albor de conciencia de la verdadera naturaleza inmortal, y el horizonte
se dilata, pero interiormente, no externamente, hacia adentro, más y más,
continuamente y sin limitación. Desarróllase el poder de conocer la Verdad a
primera vista, el cual sólo se muestra cuando se trasciende a la mente, con su
lento proceso de razonar. Porque el "yo" es la expresión del Yo, cuya
naturaleza es conocimiento, y siempre que se pone en contacto con una verdad
encuentra sus vibraciones regulares, y por tanto en armonía con las suyas, al
paso que lo falso le desentona y causa un sonido discordante, anunciando su naturaleza
con su mismo contacto. A medida que la mente inferior asume una posición más y
más subordinada, estos poderes del Ego afirman su propio predominio, y la
intuición - análoga a la visión directa del plano físico - sustituye al
razonamiento, el cual puede ser comparado al sentido del tacto en el plano
físico. Cuando la mente está bien educada en la concentración de un objeto, y
puede sostener su "agudeza" - según especialmente se llama este
estado - corto rato, el grado que a éste sigue es abandonar el objeto y
mantener la mente en esta actitud de atención fija, sin que la atención esté
dirigida a cosa alguna. En este estado el cuerpo mental no muestra ninguna
imagen; su material propio existe siempre, mantenido fijo y firme, sin recibir
impresiones, en un estado de calma perfecta, como un lago sin olas. Entonces el
Ego puede formar el cuerpo mental con arreglo a sus propios elevados
pensamientos y penetrarlo con sus propias vibraciones. El puede moldearlo con
arreglo a las elevadas visiones de los planos superiores al suyo, de los
cuales ha obtenido un vislumbre en sus momentos de mayor elevación, y de esta
manera puede aportar ideas a las que el cuerpo mental no hubiera podido
responder de otro modo. Estas son las inspiraciones del genio, ese relámpago
que desciende a la mente con deslumbrante luz y que ilumina al mundo. El hombre
mismo que las comunica al mundo escasamente puede decir, en su estado mental
ordinario, cómo han llegado a él: sólo sabe que de algún modo extraño.
...el poder dentro de mí resonando
Vive en mi labio y llama con mi mano.
LA CONCIENCIA ESTA DONDE
QUIERA
QUE HAY UN OBJETO AL CUAL
RESPONDE
En el mundo de las
formas, una forma ocupa un espacio definido y no puede decirse - si se permite
la frase - que está en un sitio donde no está; esto es, que ocupando cierto
lugar, está más cerca o más lejos de otras formas que ocupan determinados
sitios con relación al suyo. Si cambia de un sitio a otro, tiene que cruzar el
espacio que entre ambos media, cuyo tránsito puede ser rápido o lento, veloz
como un relámpago o perezoso como la tortuga, pero que tiene que hacerse y
emplear cierto tiempo, ya sea corto o largo. Ahora bien: respecto de la
conciencia, el espacio no existe. La conciencia cambia de estado, pero no de
sitio, y abarca más o menos, conoce o no conoce aquello que no es ella misma,
justamente en la proporción en que pueda o no pueda responder a las
vibraciones de los no-yos. Su horizonte se ensancha con su receptividad, esto
es con su poder de responder, con su poder de reproducir vibraciones. En esto
no hay nada de viajar, de cruzar intervalos intermedios. El espacio pertenece a
las formas, las cuales se afectan más entre sí cuanto más próximas se hallan
unas de otras y cuya mutua influencia disminuye a medida que aumenta la distancia
que las separa. Todos los que practican la concentración con éxito descubren
para si esta no existencia del espacio para la conciencia. Un verdadero adepto
puede adquirir conocimiento de cualquier objeto concentrándose en él, sin que
la distancia afecte en nada tal concentración. Adquiere conciencia de un objeto
que se encuentre, pongamos por caso, en otro planeta, no porque su visión
astral actúe telescópicamente, sino porque en la región interna existe el
universo entero como un punto; un hombre semejante llega al Corazón de la Vida
y ve todas las cosas en él. En los Upanishadas está escrito que dentro del
corazón hay una pequeña cámara, y que dentro de ella está el "éter interno",
el cual es coextensivo con el espacio; éste es el Atma, el Yo inmortal
inaccesible a todo dolor.
Dentro moran el
firmamento y el mundo; dentro moran el fuego y el aire, el sol y la luna, los
relámpagos y las estrellas, todo lo que está y todo lo que no está en Este (el
Universo). "Chhandogyopanishad", VIII, 1, 3.
Este "éter
interno del corazón" es un término místico antiguo que describe la
naturaleza sutil del Yo, el cual es, verdaderamente, uno y todo penetrante, de
suerte que aquel que sea consciente en el Yo, es consciente de todos los puntos
del Universo. La ciencia dice que un movimiento de un cuerpo aquí, afecta la
estrella más distante, porque todos los cuerpos están sumergidos en el éter y
penetrados por él, un medio continuo que transmite las vibraciones sin fricción
alguna, y por tanto, sin pérdida de energía, y por consiguiente a cualquier
distancia. Esto es en el aspecto forma de la Naturaleza. Es, pues, natural que
la conciencia, el aspecto vida de la Naturaleza, sea del mismo modo toda
penetrante y continua. Nosotros sentimos que estamos "aquí" porque
estamos recibiendo impresiones de los objetos que nos rodean. Así, cuando la
conciencia vibra en contestación a objetos "distantes" de un modo tan
completo como a objetos "próximos", sentimos que estamos con ellos.
Sí la conciencia responde a un suceso que tiene lugar en nuestra propia
habitación, no hay diferencia en el conocimiento que se adquiere de uno y de
otro, y en ambos casos se siente igualmente estar "aquí". El
Conocedor está donde quiera que su conciencia puede responder, y el aumento de
este poder significa la inclusión en su conciencia de todo aquello a que responde,
de todo aquello que está en su esfera de vibración. En este punto también es
útil la analogía física. El ojo puede ver todo aquello que puede lanzar
vibraciones luminosas en él, pero nada más. Puede responder dentro de cierta
esfera de vibraciones; todo lo que esté fuera de ella, por encima axioma
hermético "así como es arriba es abajo", o por debajo, es para él
oscuridad. El antiguo es una clave en el laberinto que nos rodea, y estudiando
lo reflejado abajo, podemos muchas veces aprender algo del objeto que desde
arriba se refleja. Una diferencia entre este poder de estar consciente de
cualquier sitio y "el ir" a planos superiores, es que en el primer
caso el Jiva
, ya
esté o no encerrado en sus vehículos inferiores, se siente en el acto en presencia
de los objetos "distantes", y en el segundo, revestido del cuerpo
mental y del astral, o solamente del primero, viaja velozmente de un punto a
otro con conciencia de la traslación. Una diferencia aun mucho más importante
es que el Jiva puede encontrarse en medio de una multitud de objetos de los
cuales no entiende absolutamente nada, un mundo nuevo y extraño que se
sorprende y confunde; al paso que en el primer caso comprende todo lo que ve, y
conoce en todas ocasiones la vida así como la forma. Estudiada de este modo, la
luz del Yo Uno brilla a través de todo, y se goza de un conocimiento sereno que
nunca pudiera adquirirse pasando edades sin cuento en medio del desierto de la.
formas. La concentración es el medio por el cual el Jiva escapa de la esclavitud
de las formas y entra en la paz. "Para él no hay paz sin la
concentración", dice el Maestro (Bhagavad Gita, II, 66); pues la paz tiene
su nido en una roca que se cierne sobre las agitadas ondas de la forma.
MENTES VAGABUNDAS
La queja universal
que viene de los que principian a practicar la concentración, es que el intento
mismo de concentrarse da por resultado una mayor inquietud de la mente. Hasta
cierto punto esto es verdad; pues la ley de acción y reacción funciona en esto
como en todo, y la impresión que se impone a la mente produce una reacción
correspondiente. Pero al paso que admitimos esto, vemos, estudiando el asunto
con mayor detenimiento, que el aumento de inquietud es en gran parte ilusorio.
El sentimiento de tal aumento se debe principalmente a la oposición que de
repente hace surgir entre el Ego que desea la fijeza y la mente en su condición
normal de movilidad. El Ego ha sido, durante una larguísima serie de vidas,
llevado de aquí para allá por la mente en todos sus veloces movimientos, así
como el hombre es llevado siempre a través del espacio por la tierra. El no es
consciente del movimiento; no sabe que el mundo se mueve, de tal manera forma
él parte del mismo, moviéndose como él se mueve. Si pudiera separarse de la
tierra y detener su propio movimiento sin quedar reducido a átomos, entonces
solamente podría tener conciencia de que la tierra se movía con gran velocidad.
Mientras el hombre cede a todos los movimientos de la mente no se da cuenta de
su continua actividad e inquietud; pero cuando se queda quieta, cuando cesa de
moverse, entonces siente el incesante movimiento de la mente, a la cual hasta
entonces ha obedecido. Si el principiante conoce estos hechos, no se desanimará
desde el comienzo mismo de sus esfuerzos al encontrarse con esta experiencia
universal, sino que considerándola como una resultante natural, proseguirá
tranquilamente su tarea. Y, después de todo, no hace más que repetir la
experiencia que expresó Arjuna hace cinco mil años.
“Este Yoga que
Tú has declarado ser por ecuanimidad, oh matador de madhu ,
no lo veo firmemente fundado, a causa de la inquietud; pues la mente es
verdaderamente inquieta, oh Krishna; es impetuosa, fuerte y difícil de
doblegar: la considero tan difícil de dominar como el viento. Y la contestación
es, no obstante, verdad, la contestación señala el único medio de conseguirlo.
Sin duda alguna, oh poderoso armado, la mente es difícil de dominar e inquieta;
pero puede ser doblegada por medio de la práctica constante y por la
indiferencia. ("Bhagavad Gita, VI, 35, pág. 94.”)
La mente, de este
modo aquietada, no perderá tan fácilmente su equilibrio por los pensamientos
vagabundos de otras mentes que buscan siempre dónde deslizarse, multitud
vagabunda que constantemente nos rodea. La mente acostumbrada a la
concentración, retiene siempre cierta positividad, y no se amolda fácilmente a
los intrusos. Todos los que se dediquen a educar sus mentes deben mantener una
actitud de firme vigilancia respecto de los pensamientos que "vienen a la
mente", practicando siempre con ellos una selección constante. El negarse
a abrigar malos pensamientos, el repelerlos prontamente si llegasen a entrar,
el reemplazar en el acto un pensamiento malo por uno bueno de naturaleza
opuesta, esta práctica templará la mente de tal modo que después de cierto
tiempo obrará automáticamente, rechazando por si misma lo malo. Las vibraciones
rítmicas, armoniosas, repelen las inarmónicas e irregulares; son lanzadas de la
rítmica y vibrante superficie como una piedra que choca contra una rueda que
gira. Viviendo, como todos vivimos, en una corriente continua de pensamientos
buenos y malos, necesitamos cultivar la acción selectiva de la mente, de
suerte que los buenos sean automáticamente acogidos y los malos automáticamente
rechazados. La mente es como un imán, que atrae y repele, y la naturaleza de
sus atracciones y repulsiones puede ser determinada por nosotros mismos. Si
observamos los pensamientos que acuden a nuestra mente, veremos que son de la
misma clase que los que habitualmente abrigamos. La mente atrae los
pensamientos que son congruentes con sus actividades normales. Si, pues,
practicamos deliberadamente durante un tiempo la selección, la mente verificará
pronto esta selección por sí misma en la senda que se le ha marcado, y de este
modo los pensamientos perjudiciales no penetrarán en la mente, al paso que los
benéficos encontrarán siempre la puerta abierta.
MODO DE CONCENTRARSE
Una vez comprendida la teoría de la concentración, el
estudiante debe principiar su práctica. Si tiene un temperamento de devoción,
su trabajo se simplificará mucho, porque puede tomar el objeto de su devoción
como objeto de contemplación; y como el corazón es atraído poderosamente a ese
objeto, la mente permanecerá gustosamente en él, presentando la imagen amada
sin esfuerzo y excluyendo las otras con igual facilidad; pues la mente es
constantemente impelida por el deseo y sirve siempre como ministro del placer.
Aquello que causa placer es lo que la mente busca siempre, y siempre trata de
presentar imágenes que causan placer y de excluir las que originan dolor. De
ahí que se sostendrá en la imagen amada, fijándose en tal contemplación por el
poder que causa, y si se le obliga a separarse de ella, volverá una vez y otro.
Un devoto puede, pues, alcanzar muy pronto un grado considerable de
concentración; piensa en el objeto de su devoción, creando con la imaginación
tan claramente como le es posible, una pintura, una imagen de aquel objeto, y
luego conserva la mente fija en esa imagen, en el pensamiento del amado. Así,
un cristiano pensaría en el Cristo, en la Virgen Madre, en su Santo Patrono, en
su Ángel Guardián, etc.; un indio pensaría en Maheshvara, en Vishnu, en Uma, en
Shri Krisna; un budista pensaría en Buda, en Bodhisattva; un parsi en Ahuramazda,
en Mithra, y así sucesivamente. Todos y cada uno de estos objetos llaman la
devoción del que adora, y la atracción que ejercen sobre el corazón ata la
mente al objeto causante del placer. De este modo la mente se concentra con el
menor esfuerzo, con la pérdida menor de fuerza. Cuando el temperamento no es de
devoción, puede, sin embargo, utilizarse como ayuda el elemento de atracción;
pero en este caso debe atraer a una idea, no a una persona. Los primeros
intentos de concentración deben hacerse siempre con esta ayuda. En la persona
no devota la imagen atrayente debe tomar la forma de alguna idea profunda, de
algún elevado problema; esto es lo que debe formar el objeto de la
concentración, y en él debe fijarse firmemente. En esto, el poder de sujeción de
la atracción es el interés intelectual, el deseo profundo de conocimiento, uno
de los amores más hondos del hombre. Otra forma de concentración de mucho
resultado, para el que no se sienta atraído a una personalidad como objeto de
devoción, es elegir una virtud y concentrarse en ella. Semejante objeto puede
despertar una especie de verdadera devoción, porque llama al corazón, por medio
del amor, a la belleza intelectual y moral. La virtud debe ser imaginada por la
mente del modo más completo posible, y cuando se ha obtenido una vista general
de sus efectos, la mente debe sostenerse fija en su naturaleza esencial. Otra
gran ventaja de esta clase de concentración es que la mente se moldea a la
virtud y repite sus vibraciones, convirtiéndose la virtud gradualmente en parte
de la naturaleza y estableciéndose firmemente en el carácter. Este moldeamiento
de la mente es en realidad un acto de creación propia, pues la mente, después
de algún tiempo, asume gustos a las formas a que se le ha obligado por la concentración,
y estas formas se convierten en los órganos de su expresión habitual. Con
verdad se ha escrito de muy antiguo:
“El hombre es la creación del pensamiento; lo que
piensa en su vida, en eso mismo se convertirá en lo sucesivo. (Chhandogyopanishad, III, XIV, l.)”
Cuando la mente se aparta del objeto, ya sea éste de devoción
o intelectual - como sucederá una y otra vez -, debe ser atraída y fijada de
nuevo en el objeto. Muchas veces, en un principio, vaga lejos sin que tal vagar
se note, y el estudiante despierta repentinamente al hecho de que está pensando
en una cosa muy distinta del objeto propuesto. Esto sucederá una y cien veces,
y con paciencia debe volverla a traer al punto; es un procedimiento fastidioso
y cansador, pero no hay otro medio de obtener la concentración. Es un ejercicio
mental útil e instructivo, cuando la mente se ha deslizado de este modo sin que
se note, el traerla de nuevo al punto haciéndola retroceder por el mismo camino
por el cual se apartó. Este procedimiento aumenta el dominio del jinete sobre
su desbocado corcel y disminuye así su inclinación a escapar. El pensar
consecutivo, aunque es un paso hacia la concentración, no es una cosa idéntica,
porque en el pensar consecutivo la mente pasa por una serie de imágenes y no está
fija en una sola. Pero como es mucho más fácil que la concentración, el
principiante puede usarlo como preparatorio de la otra tarea más difícil. Para
un devoto es muchas veces más útil elegir una escena de la vida del objeto de
su devoción, y el pintar vividamente la escena en sus detalles, de localidad,
paisaje y colorido. De este modo la mente se afirma gradualmente en una senda,
y, por último, se la puede conducir y fijarse en la figura principal de la
escena, o sea el objeto de devoción. Al reproducirse la escena en la mente
asume un sentimiento de realidad, y de este modo puede ser posible ponerse en
contacto magnético con los anales de esta escena en un plano superior - la
fotografía permanente de ella en el éter cósico - y obtener así un conocimiento
mucho mayor de ella que el que puede haberle dado cualquier descripción. De
este modo también el devoto puede ponerse en contacto magnético con el objeto
de su devoción, y por medio de este contacto directo entrar en relación mucho
más intima con él; pues la conciencia no se halla bajo ninguna limitación
física de espacio, sino que está donde quiera que se halla consciente -
circunstancia que ya ha sido explicada. La concentración misma, sin embargo,
debe tenerse presente que no es este pensar consecutivo, y la mente tiene por
último que ser firmemente atada al objeto único y permanecer fija en él, no
razonando sobre él, sino, como dijéramos, extrayendo, absorbiendo su contenido.
LOS PELIGROS DE LA
CONCENTRACIÓN
Existen ciertos peligros relacionados con la práctica de
la concentración, respecto de los cuales hay que prevenir a los principiantes,
pues muchos estudiantes, ansiosos en su deseo de avanzar mucho, van demasiado
de prisa, y así se crean obstáculos en lugar de mayores facilidades. El cuerpo
puede llegar a perjudicarse debido a la ignorancia y falta de cuidados del
estudiante. Cuando un hombre concentra su mente, su cuerpo se pone en un estado
de tensión que él nota y que es involuntario en lo que a su intención
concierne; esta clase de relación de la mente y del cuerpo puede observarse en
muchas cosas triviales: un esfuerzo para recordar algo ocasiona arrugas en la
frente, los ojos se fijan y las cejas descienden; la atención firme es
acompañada por fijeza de los ojos; la ansiedad por una mirada vehemente y
atenta. Durante edades el esfuerzo de la mente ha sido acompañado por el
esfuerzo del cuerpo, pues habiendo estado dirigida la mente por completo a
suplir las necesidades del cuerpo por medio de esfuerzos corporales, ha
establecido así una asociación que obra automáticamente. Cuando se principia la
concentración, el cuerpo, siguiendo su costumbre, sigue a la mente y los
músculos se ponen rígidos, y tirantes los nervios; de aquí que un gran cansancio
físico, un agotamiento muscular y nervioso, un dolor agudo de cabeza, pueden
seguir a los esfuerzos que se hagan; y así la gente es inducida a renunciar a
tal ejercicio creyendo que estos malos efectos son inevitables. Es un hecho
positivo que puede evitarse con una simple precaución. El principiante debe de
vez en cuando interrumpir su concentración, lo suficiente para observar el
estado de su cuerpo, y si lo encuentra cansado, tirante o rígido, debe
abandonarla en el acto; cuando esto se ha hecho varias veces, los lazos de
asociación se romperían y el cuerpo permanecerá flexible y descansando mientras
la mente esté concentrada. Pantanjali dice que en la meditación la postura que
se adopte debe ser "cómoda y agradable", pues el cuerpo no puede
ayudar a la mente con su tensión y se perjudica. Quizás una anécdota personal
no será permitida como ilustración del caso. Un día, mientras me hallaba bajo
la educación de
H.P.Blavatsky, me indicó que hiciese un esfuerzo de voluntad; lo hice
muy intenso, y con el resultado de una gran hinchazón de los vasos sanguíneos
de la cabeza. "Querida mía - dijo secamente -, no se quiere con los vasos
sanguíneos". Otro peligro físico proviene del efecto producido por la
concentración en las células nerviosas del cerebro. A medida que aumenta el
poder de la concentración, a medida que la mente se aquieta y el Ego principia
a obrar por medio de la misma, pone de nuevo a prueba las células nerviosas del
cerebro. Estas células por supuesto, están constituidas fundamentalmente por
átomos, y las paredes de estos átomos consisten en espiralillas a través de las
cuales pasan las corrientes de energía vital. De estas espiralillas hay siete
series, de las cuales sólo cuatro están en el uso; las otras tres están aún
sin usar; son prácticamente órganos rudimentarios. A medida que las energías
superiores descienden, buscando un contacto en los átomos, la serie de
espiralillas que, adelantando la evolución, les servían de canal, son forzadas
a entrar en actividad. Si eso se hace muy lenta y cuidadosamente, no resulta
perjuicio alguno; pero la demasiada presión significa un daño para la delicada
estructura de las espiralillas. Estos tubos diminutos y delicados, cuando no
están en uso tienen sus lados en contacto, como tubos de suave goma elástica;
si los lados son separados violentamente, puede resultar una rotura. Un
sentimiento de torpeza y pesadez en todo el cerebro es la señal de peligro, si
ésta se descuida, sobrevendrá un dolor agudo, seguido, quizá de una inflamación
persistente. La concentración debe, pues, practicarse al principio con mucha
parsimonia, y jamás debe llevarse hasta el punto del cansancio cerebral. Unos
pocos minutos en cada vez es suficiente para principiar; tiempo que se debe
alargar gradualmente a medida que se continúa la práctica. Pero por poco que
sea el tiempo que se dedique a ello, debe hacerse con mucha regularidad; si se
deja pasar un día de práctica, el átomo vuelve a su estado anterior y hay que
comenzar de nuevo el trabajo. Una práctica regular constante, y no prolongada,
asegura los mejores resultados y evita los peligros. En algunas escuelas de la
llamada Hatha Yoga, se recomienda a los estudiantes que ayuden la
concentración fijando la vista en algún punto negro en una pared blanca, y
sosteniendo la fijeza de la mirada hasta que sobrevenga el estado de trance.
Ahora bien: hay dos razones porque esto no debe hacerse. Primeramente, tal
ejercicio, después de cierto tiempo, daña la vista, y los ojos pierden su poder
de ajustamiento; y segundo, ocasiona una clase de parálisis cerebral. Esta
principia con el cansancio de las células de la retina; así es que las ondas
luminosas chocan en ella y que el punto desaparece de la vista, porque el sitio
de la retina donde se formaba la imagen de aquél, pierde la sensibilidad a
causa de una respuesta prolongada. Esta fatiga se extiende hacia adentro hasta
que por fin sobreviene una especie de parálisis, y la persona pasa al estado
hipnótico. En una palabra: el estimulo excesivo de un órgano de los sentidos es
en Oriente un medio reconocido para producir la hipnosis, usándose con este
objeto el espejo giratorio, la luz eléctrica, etcétera. Pero la parálisis del
cerebro no solo detiene todo pensar en el plano físico, sino que hace el
cerebro insensible a las vibraciones no físicas, de suerte que el Ego no puede
impresionarlo; no pone en libertad al Ego, sino que solamente le priva de su
instrumento. Un hombre puede permanecer semanas en un estado de trance
provocado de este modo; pero cuando despierta no se encuentra más sabio que al
principio del mismo. No ha adquirido conocimiento, sino que simplemente ha
perdido el tiempo. Semejantes métodos no dan poder espiritual, sino que
solamente producen incapacidad física.
RECEPTIVIDAD
La mayor parte de las personas son demasiado receptivas,
pero esta receptividad es debida a la debilidad y no a la deliberada entrega de
si misma a las influencias superiores. Por tanto, es conveniente aprender como
nos podamos hacer normalmente positivos, y cómo podamos hacernos negativos
cuando lo consideremos conveniente. El hábito de la concentración tiende por si
mismo a fortalecer la mente, de suerte que se preste a ejercer dominio y
selección respecto de los pensamientos que vienen de afuera, y ya se ha
explicado como puede educársela, para que automáticamente rechace los males.
Pero bueno será añadir, a lo que se ha dicho, que cuando un mal pensamiento
penetra en la mente, es mejor no luchar con él directamente, sino utilizar el
hecho de que la mente sólo puede pensar en una cosa a la vez; hacer que la
mente se vuelva hacia el pensamiento y el malo será necesariamente expulsado.
Al luchar contra algo, la misma fuerza que emanamos ocasiona una reacción
correspondiente, aumentando así nuestro trabajo, al paso que al volver el ojo
mental a una imagen desaparezca silenciosamente del campo de visión. Muchas
personas gastan en vano los años en combatir pensamientos impuros, mientras que
la ocupación tranquila de la mente con los puros no dejaría lugar para los
asaltantes; además, a medida que la mente atrae a si materia que no responde al
mal, se convierte gradualmente en positiva, en no receptiva para esa clase de
pensamientos. Este es el secreto de la verdadera receptividad; la mente
responde con arreglo a su constitución; responde a todo aquello que es de
naturaleza semejante a la suya; la hacemos positiva respecto de lo malo,
negativa hacia lo bueno, por medio de un pensar habitual bueno, construyendo en
su misma fábrica materiales que son receptivos de lo bueno y no receptivos de
lo malo. Debemos pensar en lo que deseamos recibir y negarnos a pensar en lo
que no queremos admitir. Una mente semejante, en el océano del pensamiento que
la rodea, atrae a si los pensamientos buenos, rechaza los malos, y de este modo
se hace más pura y fuerte en medio de las mismas condiciones de pensamiento que
hacen a otro más débil e impuro. El método para reemplazar un pensamiento por
otro se puede utilizar con gran ventaja de muchos modos. Si un mal pensamiento
respecto de otra persona penetra en la mente, debe ser en seguida reemplazado por
un pensamiento de alguna virtud que posea, o de alguna buena acción que haya
hecho. Si la mente está atormentada por la ansiedad, volvedla hacia el
pensamiento del objetivo que la vida implica: la Buena Ley, que "poderosa
y dulcemente ordena todas las cosas". Si una clase especial de pensamiento
no deseable, importuna persistentemente, entonces conviene usar un arma
especial: debe escogerse algún verso o frase que encare la idea opuesta, y
siempre que el importuno pensamiento se presente, debe repetirse esta frase y
detenerse en ella. En una semana o dos el pensamiento dejará de turbarnos. Es
un buen plan de proporcionar constantemente a la mente algún pensamiento
elevado, alguna palabra de ánimo, alguna aspiración de una vida noble. Antes de
lanzarnos al tumulto del mundo, dia por dia, debemos dar a la mente este escudo
de pensamiento bueno. Unas pocas palabras son bastantes, tomadas de alguna
Escritura de la raza, y éstas, fijas en la mente por unas cuantas recitaciones
en cada mañana, volverán a la mente una y otra vez durante el día, y se verá
que la mente las repite cuando quiera que esté ociosa.
MEDlTACIÓN
La meditación puede decirse que la hemos explicado ya,
pues es sólo la actitud sostenida de la mente concentrada en un objeto de
devoción, en un problema que necesita aclararse para ser inteligible, en alguna
cosa cuya vida se quiere penetrar y absorber más bien que no la forma. La
meditación no puede verificarse con eficacia hasta que se haya dominado, por lo
menos parcialmente, la concentración; pues la concentración no es en fin, sino
un medio para llegar a un fin; hace que la mente se convierta en un instrumento
cuyo dueño puede usarlo a voluntad. Cuando una mente concentrada se dirige con
fijeza a un objeto con el fin de atravesar el velo y de llegar a la vida y
unirla a la vida a que pertenece la mente, entonces se verifica la meditación.
La concentración puede considerarse como el moldeamiento del órgano, la
meditación como su función. La mente se ha aguzado; entonces se la dirige y
permanece firme con el objeto cuyo conocimiento se desea. Cualquiera que se
determine a llevar una vida espiritual, tiene que dedicar diariamente algún
tiempo a la meditación. Más bien podría sostenerse la vida física sin alimento,
que la espiritual sin meditación. Los que no pueden disponer de media hora al
día, durante la cual puedan abstenerse del mundo y su mente recibir una
corriente de vida de los planos espirituales, no pueden llevar la vida
espiritual. Sólo a la mente concentrada con fijeza, abstraída del mundo, puede
lo divino revelarse. Dios se manifiesta en Su Universo bajo formas sin fin;
pero dentro del corazón humano se muestra con Su Vida y Su Naturaleza. En este
silencio, la paz, la fortaleza y la fuerza fluyen al alma, y el hombre de
meditación es siempre el más eficaz del mundo. Lord Rosebery, hablando de
Cromwell, lo describe como "un místico práctico", y declara que un
místico práctico es la fuerza más grande del mundo. Esto es verdad. La
inteligencia concentrada, el placer de abstenerse del tumulto, significa
firmeza, dominio propio, serenidad; el hombre de meditación es el hombre que no
pierde tiempo alguno, que no desperdicia energía, que no pierde ninguna
oportunidad. Semejante hombre gobierna los sucesos, porque dentro de él se
alberga el poder del cual los sucesos son la expresión externa; él comparte la
vida divina, y, por tanto, comparte el poder divino.
MODO DE FORTALECER EL PODER
DEL PENSAMIENTO
Podemos proceder ahora a dirigir nuestro estudio del Poder
del Pensamiento a la cuestión de la práctica, pues el estudio que no conduce a
la práctica es estéril. La antigua declaración siempre es verdadera: "El
fin de la filosofía es poner término al dolor". Tenemos que aprender a
desarrollar y después a usar nuestro poder del pensamiento para ayudar a los
que nos rodean, los vivos y los llamados muertos, para apresurar la evolución
humana, así como también nuestro propio progreso. El poder del pensamiento
sólo puede aumentarse por la práctica firme y persistente; tan literal y
verdaderamente como el desarrollo muscular depende del ejercicio de los
músculos que ya poseemos, así el desarrollo mental depende del ejercicio de la
mente que ya es nuestra. Es una ley de la vida que el desarrollo resulte del
ejercicio. La vida, nuestro Yo, está siempre buscando una mayor expresión
externa por medio de la forma que la contiene. A medida que es llamada afuera
por medio del ejercicio, su presión sobre la forma hace que ésta se ensanche, y
nueva materia es aportada a la forma, y de este modo una parte de la expansión
se hace permanente. Cuando el músculo se alarga por el ejercicio, más vida
fluye a él, las células se multiplican y el músculo se desarrolla de este modo.
Cuando el cuerpo mental vibra bajo la acción del pensamiento, se le añade nueva
materia de la atmósfera mental, la cual se asimila, aumentando así en tamaño y
complejidad de estructura. Un cuerpo mental constantemente ejercitado crece, ya
sean buenos o malos pensamientos en que se ejercite. La cantidad de pensamiento
determina el desarrollo del cuerpo mental, la clase de pensamiento determina la
clase de materia que se emplea en ese desarrollo. Ahora bien: las células de
la materia gris del cerebro físico se multiplican a medida que el cerebro se
ejercita pensando. Exámenes post mortem han demostrado que el cerebro del
pensador, no sólo es más grande y más pesado que el cerebro del patán, sino
también que tiene un número mucho mayor de circunvoluciones. Estas proporcionan
un gran aumento de superficie a la materia gris, la cual es el instrumento
inmediato físico del pensamiento. De este modo el cuerpo mental y el cerebro
físico se desarrollan por medio del ejercicio, y los que quieran mejorarlos y
agrandarlos, tienen que recurrir al pensar regular diario, con el propósito
deliberado de mejorar sus capacidades mentales. Es innecesario añadir que los
poderes inherentes al Conocedor se desarrollan también más rápidamente con este
ejercicio, y funcionan sobre los vehículos con fuerza creciente. A fin de que
pueda surtir todo su efecto, esta práctica debe ser metódica. Que un hombre
escoja un libro valioso sobre algún asunto que le sea atractivo, un libro
escrito por un autor competente, que contenga pensamientos nuevos y girosos.
Debe leerse lentamente una sentencia o unas pocas, y luego el lector debe
pensar con intensidad y fijeza sobre lo que ha leído. Es una buena regla el
pensar dos veces mientras se lee, pues el objeto de leer no es simplemente
adquirir nuevas ideas, sino el fortalecer las facultades pensantes. Si es
posible, debe dedicarse media hora a esta práctica; pero el estudiante puede
principiar con un cuarto de hora, porque en un principio encontraría algo
fatigosa la fijeza de la atención. Toda persona que principie esta práctica y
la continúe con regularidad durante algunos meses, al fin de este tiempo estará
consciente de un desarrollo bien claro de la fuerza mental, y verá que puede
tratar los problemas ordinarios de la vida de un modo mucho más efectivo que
antes. La Naturaleza es una dueña muy justa en sus pagos, y da a cada cual
exactamente el salario que se ha ganado, pero ni un céntimo que no haya
merecido. Los que quieran tener el salario de la facultad aumentada tienen que
ganarlo pensando mucho. La obra es doble, como ya se ha dicho. De un lado los
poderes de la Conciencia salen afuera; de otro, las formas, por medio de las
cuales se expresa aquélla, son desarrolladas, y la primera no debe nunca
olvidarse. Mucha gente reconoce el valor del pensar definido en lo que afecta
el cerebro, pero olvidan que la fuente de todo es el Yo inmortal no nacido, y
que ellos no hacen más que exteriorizar lo que ya poseen. Dentro de ellos ya
reside todo poder y sólo tienen que utilizarlo, pues el Yo Divino es la raíz de
la vida en cada uno, y ese aspecto del Yo que es conocimiento, existe en cada
cual y está siempre buscando la ocasión para expresarse todo entero. El poder
está en cada uno increado, eterno; la forma se moldea y se cambia, pero la vida
es el yo del hombre, ilimitado en sus poderes. Ese poder que en todos reside,
es el mismo poder que formó el Universo; es divino, no humano; es una parte de
la vida del Logos e inseparable de Él. Si esto se comprendiese bien, y si el
estudiante tuviese presente que no es falta de poder, sino lo inadecuado del
instrumento, lo que constituye la dificultad, trabajaría muchas veces con más
ánimo y esperanza, y, por tanto, con más eficacia. Debe llegar a sentir que su
naturaleza esencial es conocimiento, y que de él depende que esta naturaleza
esencial encuentre expresión en esta encarnación. Esta expresión está
ciertamente limitada por los pensamientos del pasado; pero puede ser aumentada
ahora y hecha más eficaz por el mismo poder que en ese pasado moldeó el
presente. Las formas son plásticas y se prestan a ser moldeadas de nuevo aunque
lentamente, por medio de las vibraciones de la vida. Sobre todo el estudiante
debe tener presente que para un desarrollo firme es esencial la regularidad de
la práctica. Cuando se omite un día de práctica, son necesarios tres o cuatro
para volver a ganar lo que se pierde en aquél, cosa que sucede, por lo menos,
en los primeros grados del desarrollo. Una vez adquirido el hábito de pensar
con fijeza, entonces la regularidad de la práctica es menos importante. Pero
hasta que este hábito no se haya establecido de un modo definitivo, la
regularidad es de capital importancia, porque la costumbre antigua del pensar
vago vuelve a afirmarse, y la materia del cuerpo mental vuelve a asumir sus
antiguas formas, las cuales tienen que volver a desecharse cuando de nuevo se
vuelve a principiar la interrumpida práctica. Es mejor cinco minutos de
trabajo hecho con regularidad, que media hora unos días y nada en otros.
CAVILACIÓN: SU SIGNIFICADO Y
EXTIRPACION
Se ha dicho con verdad que la gente se avejenta más en la
cavilación que en el trabajo. El trabajo, a menos que sea excesivo, no
perjudica el aparato del pensamiento, sino que, al contrario, lo fortalece.
Pero el proceso mental conocido como "cavilación" lo perjudica de un
modo definido, y después de cierto tiempo produce un agotamiento nervioso y
una irritabilidad que hace imposible un trabajo mental firme. ¿ Qué es
"cavilación"? Es el proceso de repetir la misma serie de pensamientos
una y otra vez, con pequeñas variantes, sin llegar a resultado alguno, y sin
siquiera pensar en obtener un resultado. Es la continua reproducción de formas
de pensamiento iniciadas por el cuerpo mental y el cerebro, no por la
conciencia, e impuesta a ésta por aquellos. Así como los músculos excesivamente
fatigados no pueden estar en reposo, sino que se mueven sin sosiego aun en
contra de la voluntad, así el cuerpo mental y el cerebro fatigados repiten una
y otra vez las mismas vibraciones que los han causado y en vano trata el
pensador de acallarlos para obtener reposo. El automatismo se presenta otra
vez, la tendencia a moverse en la misma dirección ya emprendida. El pensador se
ha detenido en un asunto penoso y ha tratado de llegar a una conclusión
definida y útil. Fracasó en ello y cesó de pensar, pero no ha quedado
satisfecho; deseando encontrar una solución y dominado por el temor le hace
permanecer en un estado de ansiedad y desasosiego, causando un flujo irregular
de energía. El cuerpo mental y el cerebro, bajo el impulso de esta energía y
del deseo, bien que no dirigidos por el pensador, continúan moviéndose y
lanzando las imágenes antes formadas y rechazadas. Estas son, por decirlo así,
impuestas a su atención, y la serie vuelve una y otra vez. A medida que aumenta
el cansancio preséntase la irritabilidad y reaccionan de nuevo las cansadas
formas, y así la acción y reacción continúan en un circulo vicioso. El pensador
es, en la cavilación, el esclavo de sus cuerpos servidores, y sufre bajo su
tiranía. Ahora bien: este automatismo del cuerpo mental y del cerebro, esta
tendencia a repetir las vibraciones ya producidas, puede usarse para corregir
la inútil repetición de pensamientos perturbadores. Cuando una corriente de
pensamientos ha hecho un canal -o sea una forma de pensamiento-, nuevas
corrientes de pensamiento tienden a fluir por el mismo curso, siendo ésta la
línea de menor resistencia. Un pensamiento que causa dolor, vuelve así
prontamente atraído por la fascinación del temor, de la misma manera que un
pensamiento que causa placer vuelve atraído por la fascinación del amor. El objeto
del amor, el cuadro de lo que sucederá cuando lo que se prevé llegue a
realizarse, forma así un conducto mental, un molde para el pensamiento e igualmente
para el cerebro. La tendencia del cuerpo mental y del cerebro, no sujetos por
trabajo alguno perentorio, es repetir la forma y dejar fluir la energía
disponible por el canal ya construido. Quizás el medio mejor para deshacerse de
un "un conducto de cavilación" sea abrir otro de carácter
completamente opuesto. Semejante conducto es construido, como ya hemos visto,
por un pensamiento definido, persistente y regular, así, pues, que la persona
atormentada por la cavilación, dedique tres o cuatro minutos cada mañana, al
levantarse, a algún pensamiento noble y alentador: "El Yo es la paz; ese
Yo es mi yo. El Yo es la Fuerza; ese Yo es mi yo". Que piense cómo en su
naturaleza más intima es uno con el Padre Supremo; que dentro de tal naturaleza
es inmortal, inmutable, sin temor, libre, sereno, fuerte; cómo está revestido
de vestimentas perecederas que siente el aguijón del dolor, el roer de la
ansiedad, y cuán erróneamente considera a aquéllas como a si mismo. Meditando
de esta manera, la Paz le envolverá y sentirá que es suya, que es su atmósfera
natural. Al hacer esto día tras día, el pensamiento abrirá su propio conducto
en el cuerpo mental y en el cerebro, y antes de mucho tiempo, cada vez que la
mente se encuentre desocupada, el pensamiento de que el Yo es la Paz y la
Fuerza se presentará sin llamarlo, envolviendo la mente en sus alas en medio
del tumulto mismo del mundo. La energía mental fluirá naturalmente por este
canal, y la cavilación será cosa del pasado. Otro medio es educar a la mente a
reposar en la Buena Ley, establecer una costumbre de contento. Aquí el hombre
reposa en el pensamiento de que todas las circunstancias arrancan de la ley y
de que nada sucede por casualidad. Tan sólo lo que la ley nos trae es lo que
puede alcanzarnos, cualquiera que sea la mano de la que externamente nos provenga.
Nada que no sea lo que nos corresponda puede tocarnos; nada que no haya sido
causado por nuestra propia voluntad y hechos; nadie puede perjudicarnos sino
como instrumento de la ley, cobrando una deuda que debíamos pagar. Hasta cuando
se prevé un dolor o un disgusto, se hará bien en hacerle frente con tranquilidad,
en aceptarlo, en conformarse con él. La mayor parte del aguijonazo pierde su
fuerza cuando prestamos nuestra conformidad a la Ley, cualquiera que aquél
pueda ser. Y esto lo podemos hacer aún más fácilmente si recordamos que la ley
siempre obra para libertarnos, para saldar las deudas que nos retienen
aprisionados; y aun cuando nos acarrea el dolor, el sufrimiento, es sólo el
camino de la dicha. Todo sufrimiento, sea el que sea, obra para nuestra dicha
final, y su función es sólo romper los lazos que nos mantienen atados a la
gigante rueda de los nacimientos y muertes. Cuando estos pensamientos se hayan
hecho habituales, la mente cesará de atormentar con su cavilación, porque las
garras de la cavilación no pueden penetrar en la fuerte coraza de la paz.
PENSAR y CESAR DE PENSAR
Mucha fuerza puede obtenerse aprendiendo tanto a pensar
como a dejar de pensar a voluntad. Mientras estamos pensando debemos lanzar
toda nuestra mente dentro del pensamiento, y pensar lo mejor que podamos; pero
cuando ha cesado el trabajo de pensar, debe abandonarse por completo, sin
permitir que vague inútilmente, tocando el trabajo y abandonándolo como un bote
que choca contra una roca. A una máquina no se la mantiene funcionando cuando
no produce trabajo alguno, gastándola inútilmente; pero a la inapreciable
máquina del pensamiento se la permite dar vueltas y más vueltas sin objeto,
cansándola sin resultado alguno útil. El aprender a cesar de pensar, a dejar
reposar la mente, es una adquisición del mayor valor. Así como los fatigados
miembros recobran energías gozando en el reposo, así también la mente cansada
encuentra alivio en el reposo completo. El pensar constante significa constante
vibración, y la vibración constante un gasto continuo. Este gasto inútil de
energía produce el agotamiento y la decadencia prematuras, y un hombre puede
preservar el cuerpo mental y el cerebro más tiempo, aprendiendo a dejar de
pensar cuando el Pensamiento no se dirige a algún resultado útil. Es verdad que
"dejar de pensar" no es en modo alguno una cosa fácil. Es, quizás,
aún más difícil que el pensar. Debe practicarse por periodos muy breves hasta
que se adquiere el hábito, porque en un principio implica un gasto de fuerza en
sostener la mente quieta. Que el estudiante, después de haber pensado
firmemente, abandone el pensamiento, y así que cualquier pensamiento aparezca
en la mente, aparte su atención del mismo. Que persistentemente rechace a todo
intruso; si es necesario, imaginar un vacío como un paso hacia el reposo, y
tratar de tener sólo conciencia de la quietud y oscuridad. La práctica en este
sentido se hará cada vez más inteligible si se persiste en ella, y una
sensación de quietud y paz animará al estudiante a continuar. Tampoco debe
olvidarse de que la cesación del pensamiento, ocupado en actividades externas,
es un preliminar necesario para trabajar en planos superiores. Cuando el
cerebro ha aprendido a estar en reposo, cuando ya no reproduce sin descanso las
truncadas imágenes de actividades pasadas, entonces se presenta la posibilidad
de retirar la conciencia de sus vestimentas físicas y de su actividad libre a
su mundo propio. Los que esperan dar tal paso adelante en esta vida presente
tienen que aprender a cesar de pensar, porque sólo cuando "las
modificaciones del principio pensante" son refrenadas en el plano
inferior, puede obtenerse la libertad en el superior. Otro modo de dar reposo
al cuerpo mental y al cerebro - mucho más fácil que la cesación del pensar- es
cambiando de pensamiento. Un hombre que piense fuerte y persistentemente en
un sentido, debe tener otra segunda línea de pensamiento lo más distinta
posible de la primera, a la cual pueda dedicar su mente para proporcionarle
descanso. La extraordinaria frescura y juventud del pensamiento que
caracterizaba a William Ewart Gladstone en su ancianidad, era en gran parte
resultado de las actividades intelectuales subsidiarias de la vida. Su
pensamiento más fuerte y persistente se dedicaba a la política, pero sus
estudios de teología y griego le empleaban muchas horas desocupadas.
Ciertamente que era un mediano teólogo, y lo que sabía de griego no soy
competente para afirmarlo; pero aunque el mundo no se encuentre mas rico con
sus sentencias teológicas, su propio cerebro se mantenía fresco y receptivo por
medio de estos estudios. De otra parte, Charles Darwin se lamentaba en su vejez
de que había dejado atrofiar por falta de uso aquellas facultades que podían
referirse a asuntos extraños a su propio trabajo especial. La literatura y el
arte no tenían para él atracción alguna, y sentía vivamente las limitaciones
que se había él mismo impuesto por su completa absorción en una sola línea de
estudios. El hombre necesita cambio de ejercicio en el pensamiento así como el
cuerpo, de otro modo puede sufrir el calambre mental, como a algunos sucede con
el calambre de escribir. Especialmente, quizás, es importante para los hombres
entregados a asuntos mundanos absorbentes, el elegir un asunto que ocupe las
facultades mentales, que no se hayan desarrollado en la actividad de los
negocios, que se relacione con las artes, ciencias o literatura, en donde
pueden encontrar recreo y cultura. Sobre todo los jóvenes debieran adoptar
algún método semejante antes de que sus juveniles y activos cerebros lleguen al
cansancio y al desaliento, y en la vejez encontrarán entonces en si mismos
recursos que alegrarán sus decadentes días. La forma conservará su elasticidad
por mucho más tiempo cuando se le proporciona de este modo descanso cambiando
de ocupación.