jueves, 26 de abril de 2012

Algo para saber


CÓMO SABER SI VAS POR EL BUEN CAMINO

A menudo la gente me pregunta: ¿Me puedes decir si voy por el buen camino?

Para que la respuesta que doy pueda servir para los que me leéis os diré lo siguiente:
- Vas por el buen camino cuando la vida se te presenta fácil, es decir, cuando todo fluye de forma armoniosa
- Vas por el buen camino cuando gozas de bienestar emocional y sientes mucha paz
- Vas por el buen camino cuando confías en la gente y en el proceso de la vida
- Vas por el buen camino cuando eres tolerante con todas las formas de pensar que conducen al Bien (culturas, tradiciones, creencias, ideologías,…) 
- Vas por el buen camino cuando eres respetuoso con todas las formas de vida
- Vas por el buen camino cuando vives en un estado de perpetua gratitud 
- Y vas por el buen camino cuando en tu vida aumentan los hechos sincrónicos, es decir, cuando todo lo que necesitas llega a tu vida de forma fácil y “mágica”.

Cuando vas por el buen camino tu vida se va a llenar de signos, señales, intuiciones y sueños que te van a llevar a tu mayor bien.

El silencio habla


Cuando pierdes contacto con la quietud interior, pierdes contacto contigo mismo. Cuando pierdes contacto contigo mismo, te pierdes en el mundo.
Tu sentido más interno de ti mismo, tu sentido de quién eres, es inseparable de la quietud. Ése es el Yo Soy que es más profundo que el nombre y la forma.
La quietud es tu naturaleza esencial. ¿Qué es la quietud? El espacio interno o conciencia en el que las palabras de esta página son percibidas y se convierten en pensamientos. Sin esa conciencia, no
habría percepción, ni pensamientos, ni mundo.
Tú eres esa conciencia, disfrazada de persona.
El equivalente del ruido externo es el ruido interno del pensamiento. El equivalente del silencio externo es la quietud interna.
Cuando quiera que haya silencio a tu alrededor, escúchalo. Esto significa que, simplemente, has de darte cuenta de él. Préstale atención. Escuchar el silencio despierta la dimensión de quietud dentro
de ti, porque sólo la quietud te permite ser consciente del silencio.
Observa que en el momento de darte cuenta del silencio que te rodea, no estás pensando. Eres consciente, pero no piensas.

Cuando te das cuenta del silencio, se produce inmediatamente ese estado
de serena alerta interna. Estás presente. Has salido de miles de años de
condicionamiento colectivo humano.
Mira un árbol, una flor, una planta. Deja que tu conciencia descanse en ellos. ¡Qué quietud manifiestan, qué profundamente enraizados están en el Ser! Permite que la naturaleza te enseñe la quietud.
Cuando miras un árbol y percibes su quietud, tú mismo te aquietas. Conectas con él a un nivel muy profundo. Te sientes unido a cualquier cosa que percibes en y a través de la quietud. Sentir tu unidad de ti
mismo con todas las cosas es verdadero amor.
El silencio ayuda, pero no es necesario para hallar la quietud. Aunque haya ruido, puedes sintonizar con la quietud subyacente, el espacio en el que surge el ruido. Ese es el espacio interno de pura
conciencia, la conciencia misma.
Puedes darte cuenta de que la conciencia es el trasfondo de todas tus
percepciones sensoriales, de toda tu actividad mental. Siendo consciente
de la conciencia surge la quietud interna.
Cualquier ruido molesto puede ser tan útil como el silencio. ¿Cómo? Abandonando tu resistencia interna al ruido y permitiendo que sea como es; esa aceptación también te lleva al reino de paz interna que es
quietud.
Cuando aceptas profundamente este momento tal como es —tome la forma que tome—, estás sereno, estás en paz.
Presta atención a la pausa: la pausa entre dos pensamientos, al breve y silencioso espacio entre las palabras de una conversación, entre las notas de un piano o de una flauta, o al breve descanso entre la
inspiración y la espiración.
Cuando prestas atención a esas pausas, la conciencia de «algo» se
convierte simplemente en conciencia. Surge de dentro de ti la dimensión
informe de pura conciencia y reemplaza la identificación con la forma.
La verdadera inteligencia actúa silenciosamente. Es en la quietud donde encontramos la creatividad y la solución a los problemas.
¿Es la quietud tan sólo ausencia de ruido y contenido? No; es la inteligencia misma: la conciencia subyacente de la que nace toda forma. ¿Y cómo podría eso estar separado de quien tú eres?
De allí salió la forma que crees ser, y lo que la sustenta.
Es la esencia de todas las galaxias y de las hojas de hierba; de todas las flores, árboles, pájaros, y de todas las demás formas.
La quietud es la única cosa de este mundo que no tiene forma. Pero en realidad no es una cosa, y tampoco es de este mundo.
Cuando miras un árbol o un ser humano desde la quietud, ¿quién está mirando? Algo más profundo que la persona. La conciencia está mirando a su creación.
En la Biblia se dice que Dios creó el mundo y vio que era bueno. Eso es lo que ves cuando miras sin pensamiento, desde la quietud.
¿Necesitas más conocimiento? ¿Crees que más información, u ordenadores más rápidos, o más análisis científicos e intelectuales van a salvar al mundo? ¿No es sabiduría lo que más necesita la humanidad en
estos momentos?
Pero ¿qué es la sabiduría? ¿Dónde se encuentra? La sabiduría viene cuando uno es capaz de aquietarse. Sólo mira, sólo escucha. No hace falta nada más. Aquietarse, mirar y escuchar activa la inteligencia no
conceptual que anida dentro de ti. Deja que la quietud dirija tus
palabras y tus acciones.
El Silencio Habla
Título Original: “Stillnes Speaks”
2003, Eckhart Tolle

martes, 24 de abril de 2012

La lección del agua


.

Nacimos programados para intercambiar impresiones, afecto y entrelazarnos con los demás y el afecto nos permite establecer,
mantener, mejorar y fortalecer los vínculos con las personas.

Sin vida afectiva rica y de calidad, el desarrollo y progreso en el sendero del Buda se estanca, se detiene, se suspende.

La actitud de enroscarse, atrae complicaciones, dificultades, barreras innecesarias y muros que bloquen la comunicación de aquí
para allá, y de allá para acá.

Las evidencias muestran que las personas que se enroscan se imponen un alejamiento nocivo que les impide utilizar el lenguaje fluido del afecto.

Damos afecto y recibimos afecto, esta es una comunicación que reconforta, enriquece, estimula, relaja y nutre.

Cuando como consecuencia de los oscurecimientos mentales, nos replegamos, aislamos, enconchamos o enroscamos, deterioramos nuestra vida afectiva, el dar y recibir afecto, y esto se irradia produciendo trastornos mentales, daños en la salud física, emocional, mental y el ambiente o atmósfera indispensable para tener relaciones armoniosas se cortocircuita.

El origen de muchas enfermedades nos es desconocido, mas al preocuparnos por la salud del alma descubrimos que nos volvemos
individuos sanos.

La vida afectiva es fundamento para el desarrollo de budhi. Budhi es conciencia acompañada de emoción superior.

Aprender a querer a los demás es querernos a nosotros mismos.

El carácter afectivo presente en la comunicación con nuestros semejantes, refleja el nivel de desarrollo de budhi, nuestra
conciencia espiritual.

Las relaciones interpersonales son básicas, todos necesitamos socializar y la actitud afectuosa direcciona saludablemente y
sanamente la interacción con todos los seres humanos que sufrimos y aprendemos la lección en este crisol de aprendizajes llamado planeta tierra.

La ausencia de afecto nos marchita, debilita, restringe, enferma. Si nuestra conducta no es afectuosa maltratamos, lastimamos, dañamos y hacemos sufrir a los demás.

Las personas hurañas son personas enfermas; algún hecho en su pasado, impresionó su psiquis y ahora sufren un bloqueo afectivo,
que conmociona y recoge, enclaustra y limita su actividad emocional convirtiéndolos en sufridos solitarios.

El sagrado sendero de Buda es el camino del despertar y desarrollo de las virtudes y una virtud que no esta impregnada de afecto es
como una plantita en un inmenso desierto que intenta florecer en el centro de ese medio áspero, rudo, insensible, difícil, complicado,
carente del vínculo afectivo representado por el agua.

sábado, 21 de abril de 2012

EL CUERPO


El cuerpo habla de lo que la boca calla
La nariz gotea... cuando el cuerpo no llora;
El dolor de garganta obstruye... cuando no es posible comunicar las angustias;
El estómago quema... cuando la ira no puede salir;
La diabetes invade... cuando la soledad duele;
El cuerpo engorda... cuando la insatisfacción tiembla;
El dolor de cabeza deprime... cuando las dudas aumentan;
El corazón se da por vencido... cuando el significado de la vida parece terminar;
La alergia aparece... cuando el perfeccionismo queda intolerante;
Se rompen las uñas... cuando las defensas se ven amenazadas;
El pecho se aprieta... cuando el orgullo esclaviza;
La presión arterial se eleva... cuando el miedo aprisiona;
Las neurosis esclavizan... cuando el niño interior tiraniza;
La fiebre se calienta... cuando las defensas detonan los límites de la inmunidad.

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