jueves, 15 de septiembre de 2011

SEÑOR DE TI MISMO

Cuando patrulles la ciudad y sientas, que es tu misión sagrada custodiarla,

cuando veles el sueño de los otros, y creas en el apostolado de tu guardia,

cuando el eco, de tus pasos en la noche, lleven tranquilidad y den confianza,

y representes la paz en cada esquina, bajo el sereno control de tu mirada.

Cuando el frio y el sol muerdan tu carne, sin que se mueva un músculo en tu cara,

cuando el miedo penetre en tus entrañas, y encuentres allí un altar de fe cristiana,

cuando tengas la humildad de los valientes, para ordenar hacer lo que más cueste,

y los hombres te sigan por ti mismo aunque vayas incluso hacia la muerte.

Cuando impongas respeto y disciplina, con tu sola presencia ante quien sea,

cuando nadie juzgue nunca tu conducta, porque no das lugar para que puedan,

y el código de honor que guíe tus actos, marque el norte vital de tu existencia.

Cuando en cada amanecer mires el cielo, agradeciendo a Dios poder decir "presente",

cuando la lista de muertos día a día, signifiquen para ti deudas pendientes,

y en el llanto de huérfanos y viudas, encuentres para luchar un aliciente.

Cuando el surco caliente de una bala rompa el espejo negro del silencio,

cuando florezca un clavel ensangrentado en el pecho de tu compañero,

y eleves al señor una plegaria, sin rencor, ni queja, ni lamento.

Cuando debas tirar y tu disparo sea sin odio y a la vez certero,

cuando aceptes morir sólo en la calle, teniendo como mortaja el firmamento,

y aspires a formar junto a los otros, que hacen guardia junto a los luceros.

Cuando seas imparcial contigo mismo, sin creerte poseedor de las verdades,

cuando puedas reprimir impulsos propios

y logres irradiar sin falsas poses, esa hombría de bien con que nace.

Cuando estés penetrado totalmente, de tu hermosa misión en esta tierra,

cuando no te encandilen los honores, ni el poder se te suba a la cabeza,

y el dinero no pueda doblegarte, ni ponerle precio a tu decencia.

Cuando eso consigas con tu esfuerzo, recién entonces habrá llegado el día,

en que puedas decir al universo:

Por gracia, a Dios... SOY POLICIA.

viernes, 2 de septiembre de 2011

OSHO...!

Ábrete a la tristeza

"Siempre que te sientas triste, siéntate en silencio y deja que esa tristeza te invada; no trates de escapar de ella. Siéntete lo más triste que puedas. No la evites. Recuerda esto. Llora al máximo, tírate por el suelo, revuélcate... y deja que desaparezca por sí misma. No la expulses; se irá, porque nada permanece para siempre.

Cuando se vaya, te sentirás descargado, absolutamente aliviado, como si toda fuerza de gravedad hubiera desaparecido y pudieras volar, sin peso alguno. Es el momento de entrar en ti mismo. Primero, ábrete a la tristeza. Corrientemente, no te abres a ella; buscas sistemas para poder fijarte en otras cosas; vas al restaurante, te reúnes con amigos, lees un libro o vas al cine, o tocas la guitarra; haces algo para poder sumirte en ello y distraer tu atención.

Has de recordar esto: cuando te sientas triste, no te pierdas la oportunidad. Cierra las puertas, siéntate y siéntete tan triste como puedas, como si el mundo entero fuera un infierno. Sumérgete en ella, profundiza en ella. Deja que cualquier pensamiento de tristeza te invada, deja que la emoción te agite. Y llora, gime, exprésate... en voz alta... no tienes por qué preocuparte.

En primer lugar, vive esa tristeza durante unos días, y cuando la tristeza desaparezca te sentirás muy calmado, tranquilo, como tras una tormenta. En ese momento siéntate en silencio y disfruta del silencio que está apareciendo en ti. No lo has provocado; te abriste a la tristeza. Cuando la tristeza desaparece, en ese espacio, surge el silencio. Escúchalo. Cierra tus ojos. Siéntelo... percibe su textura... su fragancia. Y si te sientes feliz, canta y baila".

Osho